viernes, 23 de octubre de 2015

El Club del marihuano literario en México

Ponencia Congreso
EL MARIHUANO EN LA NARRATIVA MEXICANA DEL SIGLO XX
Juan Pablo García Vallejo
¿Qué hay de interesante en investigar, indagar las huellas, seguir el rastro del inmoral, degenerado y peligroso marihuano en la literatura mexicana? ¿Cómo ha permanecido su atractivo en la ronda de generaciones literarias con más o menor énfasis protagónico en el siglo pasado y comienzos del presente? ¿Cuál de los personajes marihuanos es el más conocido del mundo literario, en la cultura mexicana?
El campo de las letras mexicanas es un espacio que ha ganado, desde fines del siglo XIX una sólida independencia del control Estatal, ya no está subordinada al nacionalismo literario, el nacionalismo cultural pos- revolucionario y que ha consolidado a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Con este ejercicio literario pretendemos demostrar cómo la literatura mexicana se transformó drásticamente al abrirse a otros temas considerados tabúes o secundarios y que gracias a ellos ésta abandono el desgastado tema de la Revolución mexicana (que abarco de 1915 a 1955) o de la nostalgia pueblerina siempre dependiente a una lectura ideológica, es decir, supeditada a los intereses de la clase en el poder, no a la propia creatividad narrativa de los autores.
La presencia persistente de este personaje literario, más allá del perverso estigma negativo inventado desde el poder estatal, demuestra sistemáticamente la inutilidad y fracaso de la Prohibición de drogas adoptada por el Estado mexicano durante todo el siglo XX y los albores del XXI.
Nos interesa en forma particular mostrar como la literatura mexicana va configurando el personaje marihuano, cómo van cambiando sus representaciones literarias y sociales, sus particulares formas de interacción, de expresión, en el terreno de la Cultura Cannábica que nos describe tanto el código de consumo, es decir, el significado o sentido de la práctica cultural, como el rito de iniciación y sus  momentos fundamentales durante el consumo de marihuana.
Primero para iniciar este viaje de interpretación literario-cannábico tenemos que reconocer al personaje marihuano como un personaje literario ha sido poco tratado,  despreciado, o mejor dicho, discriminado en los estudios referidos a los personajes y protagonistas en la literatura mexicana, inclusive con la actual moda de los debates parlamentarios limitados o restringidos sobre la despenalización de la marihuana.
Desde el establishment literario académico se ha preferido seguir un camino más fácil estudiar la figura del narcotraficante, porque de este personaje es más visible para los investigadores y su tratamiento les otorga cierta paz académica mientras que el marihuano literario es más difícil de estudiar por que los investigadores no han encontrado el método apropiado de estudio, no desde el terreno propio de la literatura o de la narratología sino más directamente desde la Cultura Cannábica, que es para ellos, distante y desconocida, donde lo importante es el consumidor de marihuana, como un sujeto activo.
Así nuestro Club del Marihuano Literario estará integrado por siguientes protagonistas reales y personajes ficticios: el soldado raso anónimo en  Los de abajo  de Azuela; el “chamaco” snob Nebrija, en La Resurrección de los ídolos de Juan José Tablada; Dionisio Pólvora el campesino que emigra a la ciudad en busca de fortuna, de La luciérnaga de Azuela; el periodista subversivo Jacobo Olamendi, la soldadera Chata Micaela y el soldado herido, de Trapa Vieja del General Francisco L. Urquizo; el poeta Tablada; William Lee, en  Jonky de Williams Burroughs; Sal Paradise y Dean Moriarity, en El camino de Jack Kerouac; el narrador anónimo y rebelde, de José Agustín; la chava hipiteca Febea, de Julián Meza; el policía anónimo en De perfil de Móndrigo; el rocanrolero contestatario Epicuro Aristipo, en Pasto verde de García Saldaña; el joven de barrio Roger Gonzalez y Chin Chin el teporocho, de Ramírez; el rocanrolero  Jaime Figueroa El Tamal, en Las jiras de Arana; el preparatoriano Novo en Estatal de sal; el joven marginado Jacinto Chontal Guerrero, en El infierno de todo tan temido de Luis Carrión Beltrán; el Chupamirto y el contador preso en Entre tiras, porros y gandallas de Martre; el icono popular de Agustín Lara, en Amor perdido de Monsiváis; el prostituto masculino Adonis García en El vampiro dela colonia Roma de Luis Zapata; el aspirante a escritor Braulio Guerra en La vocación insular de Valdés; el poeta Nandino en su autobiografía Siguiendo los pasos; Mar la esposa madura aspirante a hippy en el siglo XXI, de Angélica Sánchez; el periodista cultural Chori, Popo y Cadena en Camada maldita de  Alejandr5o Ariciaga; los poetas infrarrealistas Arturo Belano, Ulises Lima y Juan García Madero en Los detectives salvajes de  Roberto Bolaño; Aurora y Ricardo un matrimonio de abogados reflexivos y no consumidores simpatizantes de la despenalización de la marihuana en El cerco de José Antonio Rosado.
Al personaje marihuano primero lo tratan escritores costumbristas en la novela de la Revolución mexicana Mariano Azuela, Francisco L. Urquizo que domina toda la primera mitad del siglo XX, mientras que los novelistas modernos como los Contemporáneos lo ignoran por completo, con excepción de Tablada. El paisaje literario cambiara a partir de los años 1960 con las novelas de los jóvenes escritores de la literatura contracultural de la Onda donde el marihuano adquiere completa ciudadanía, la mayoría de estas novelas son autobiográficas, los escritores escriben de lo que viven.
Para mediados de los años 1960 la marihuana era ya la droga generacional y su influencia no podía escapar  a la nueva literatura escrita por jóvenes y para jóvenes. Sus novelas ya no se refieren a la Revolución mexicana ni al bucólico campo, nos muestra una literatura en movimiento, el emergente y conflictivo mundo de los jóvenes, y que poco después se abre a nuevas temáticas en los años 1970:
“(,,,) las condiciones socio-económicas, políticas y culturales que habían hecho posible la formación de esta literatura cambiaron. El tema de la formación de identidad del joven individuo, su conflicto con el orden social establecido se llenó de nuevos contenidos dando lugar a nuevas expresiones contraculturales, como por ejemplo la homosexualidad.”
Para los años ochenta el personaje marihuano es un personaje común, en una sociedad mexicana ya invadida por el narcotráfico, sin la carga de rebeldía social expresada dos décadas antes. La imagen social del personaje vuelve a cambiar con el siglo naciente porque aparecen diversas expresiones del consumidor de marihuana, no anónimo sino público, no aislado sino organizado y con una identidad cultural psicoactiva revalorizada, teniendo como escenario principal de la paulatina incorporación de la discusión del consumo de sustancias en la agenda social: el debate sobre la despenalización de las droga.
Pero quien dará la mayor popularidad al personaje marihuana serán los soldados rasos de la novela Tropa vieja, que tuvo una aceptación muy buena y un éxito de difusión mayor en ediciones populares por decena de miles y que se podían adquirir en muchísimos lugares no solo en librerías que siempre han sido escasas.
El panorama literario cambia favorablemente a mediados de los años 1960 porque varias de las novelas analizadas aquí ganaron premios literarios, otro recurso convencional de la institución literaria para iniciar la promoción de la novela y de la lectura.
Este auge en la publicación de novelas por editoriales independientes visibiliza el papel audaz del editor, como parte esencial del engranaje de la institución literaria, es un provocar social al arriesgarse a buscar nuevos escritores, proponer temáticas distintas a las tradicionales, desafiar el canon literario establecido para la llamada “gran tradición de la literatura nacional”, difundir gustos literarios, crear nuevos públicos lectores e inquietar al establishment académico literario. Que como ya señalamos arriba la institución literaria en México estaba completamente colonizada por la percepción moralista hacia el marihuano propia del nacionalismo cultural primero y continuado por el nacionalismo revolucionario de los años 1930 hasta los años 1960.
La aparición de editoriales independientes no solo beneficia a nuevos escritores sino que también significa una disminución del poder de la Prohibición de drogas en la sociedad porque hay una mayor circulación de libros y, por tanto, una socialización del saber, del conocimiento sobre las drogas que estaba monopolizaba o mejor dicho silenciada, por el enfoque prohibicionista paternalista, autoritaria y de los medios de comunicación sensacionalistas. Las novelas de los jóvenes narradores desafiaran la Prohibición paternalista y criminalízate al poner en duda lo dicho por el discurso sanitario y punitivo.
Esa través de las novelas que los nuevos lectores saben de las drogas, a través del lenguaje, los diálogos, las acciones específicas, rasgos, vestimenta de los protagonistas reales y personajes imaginarios. Esto es interesante señalarlo porque muestra los límites de la Prohibición estatal porque no proporciona información necesaria a la población. Los jóvenes tienen que enterarse de qué es la marihuana y otras drogas por medio de las novelas que escriben otros jóvenes, como ellos, y no de la información limitada y sesgada del sector salud.
Como hace 100 años, con la moda de los paraísos en la Belle époque, como se llamaba entonces al ambiente social relacionado con el consumo de drogas, las nuevas generaciones de jóvenes mexicanos de los años 1960 aprenden del consumo de marihuana, sus expectativas y riesgos de consumo, a través de la literatura.
Nos interesa saber particularmente cómo donde y cuando lo hacen, es decir, determinar su acción recurriendo a un criterio temporal básico, es decir, de la frecuencia de consumo, en el contexto narrativo, aplicando la tipología general del consumidor de marihuana: el consumidor ocasional, el consumidor habitual, el consumidor problemático o exceso de consumo, el nuevo consumidor psicoactivo y el no-consumidor a favor de la despenalización de la marihuana y de la percepción social de las drogas del siglo XXI en México.
La primera modalidad de la tipología cannábica es el consumidor ocasional o el consumidor esporádico entendido como las primeras veces que se consume o también que se haga de forma infrecuente, inconstante o de vez en cuando, pero la más conocida descripción literaria es de “alguna vez en la vida” que está claramente presente en novela Las jiras (1973), de Federico Arana, con el joven rocanrolero Jaime Figueroa El Tamal, integrante del grupo de rock Los Hijos del Ácido, durante una gira artística en busca del éxito comercial, por el sur de los Estados Unidos, en un descanso con sus amigos Javier le ofrece el toque pero este personaje lo rechaza, explicando su decisión personal de abstención:
“La fume un día por curiosidad –dijo por enésima vez-, pero no volveré a hacerlo, no me interesa”.
Mientras fuman sus amigos critican la calidad de la marihuana que están consumiendo, que no se produce en Estados Unidos, insistiendo en su mala calidad.
“--- ¡Qué mala es! –exclamó el Foco---; no tiene sabor, no apesta ni se sube…
---Es malísima ---corroboró Javier---; tienes que fumar mucho para que te pegue.”
En estos años la marihuana mexicana Acapulco golden tenía una gran demanda en el vecino país. Es necesario señalar que esta novela como en El infierno de todos tan temido son las únicas obras en que se cuestiona la calidad del producto psicoactivo y que ahora es uno de los elementos o asuntos primordiales de discusión en el debate de la despenalización, para disminuir los riesgos de consumo en la salud.
En El infierno de todos tan temido, de Luis Carrión Beltrán, el personaje principal Jacinto Chontal Guerrero, un joven marginado, describe el consumo en una fiesta de trabajo:
“Gozas del espectáculo y mucho más, cuando alguien te pasa un cigarro, luego otro, y otro; es un mota mala, pura basura les venden a estos pinches ricos.”
El consumo ocasional lo realiza una señora, Mar, figura femenina principal en Ella decidió ser hippy a los 50…, que al entrar al medio siglo de vida le nace la inquietud de experimentar con la marihuana:
“Recordé en ese instante la vez que fumé marihuana con los compañeros de oficina en los jardines de la Ciudad Universitaria y aquella cena de fin de año en que un invitado de mi hermana Naty llevó un porro y lo fumamos escondidos en el cuarto de lavado y un viernes que al salir del Caballo Bayo, nos fuimos con el hijo de un ex gobernador de Aguascalientes a su casa de Tequesquitengo.”
Otros consumidores ocasionales que encontramos son el “chamaco” snob Nebrija (La resurrección de los ídolos), El Chupamirto del barrio de la Candelaria de los Patos (Entre tiras, porros y caifanes), el prostituto masculino Adonis García (El vampiro de la colonia Roma) que sólo la consumen de vez en cuando, no siempre. Y el periodista cultural El Chori, que participa en un rito de iniciación con sus amigos Popo y Cadena (Camada maldita), el primero afirma:
“Me centre en el chupe y en mis probaditas de mota de vez en cuando.”
La alternativa de “alguna vez en la vida” expresa la experimentación por una sola vez pero que puede estar guiada por diversas motivaciones como conocer nuevas sensaciones, por curiosidad, la presión social, el desafío a la autoridad, la trasgresión social. Si se tienen resultados indeseables (mal viaje) después se pierde por completo el interés en la marihuana.
La segunda modalidad es la del consumidor habitual  es el que integra la marihuana como un estilo de vida y como personaje marihuano el que tiene mayor presencia en la narrativa mexicana, comenzando por el consumo de los soldados en la Revolución mexicana que Mariano Azuela presenta fugazmente haciendo una simple referencia en Los de abajo, a un soldado raso anónimo como un “fumador de marihuana”. Y el poeta y compositor Agustín Lara  descrito en Amor Perdido, de Carlos Monsiváis.
En la mayoría de novelas sobresale el consumidor habitual joven desde mediados del siglo XX lo que se constata en los personajes beats Sal Paradise y Dean Moriarity (En el camino), los jóvenes onderos de los años 1960 el narrador anónimo (De perfil), la joven hipiteca Febea (El libro del desamor), el rocanrolero Epicuro Aristipo (Pasto verde), el joven de vecindad Roger Gonzalez (Chin Chin el teporocho), el disidente moral Adonis García (El vampiro de la colonia Roma), los poetas infrarrealistas Arturo Belano, Ulises Lima y Juan García Madero (Los detectives salvajes), el escritor Braulio Guerra (La vocación insular).
En Chin Chin el Teporocho el consumo de marihuana se presenta desde la tercera página, cuando el joven Roger Gonzalez, de 17 años, sale al zaguán de su vecindad en el barrio de Tepito y luego de saludar a sus vecinos, uno de ellos le dice “Chupa limón”, es decir, fuma marihuana.
La tercera modalidad es el personaje que realiza un exceso de consumo o consumidor problemático tiene escasos representantes en el conjunto de novelas que estamos analizando. Comenzando con Dionisio Pólvora (La luciérnaga), el campesino emigrado a la ciudad que padece un cambio de identidad o de ausencia de valores, se cruza con alcohol y tiene una explosión de violencia contra su esposa Conchita al llegar a su casa. Hasta que  lo controla, el gachupín don Antonio lo lleva a su cama. Le dice a su esposa:
“-¿Le hizo daño doña Juanita?-murmura sonriendo”.
En La luciérnaga Azuela presenta el consumo como un tabú, es decir, algo que se sabe pero no se puede decir, cuando Conchita y su hija María Cristina, intentan descifrar que es lo que quiso decir del Antonio, con eso de doña Juanita, uno de los nombres populares dados a la marihuana:
--- ¿Qué dijo María Cristina?
--- No oí bien…
--- Creo que eso…
--- ¿tú sabes?...
---En la vecindad nadie se llama así…
--- ¿Entonces?...
Madre e hija se miran intrigadas.”
Son diversos las vicisitudes que enfrenta el campesino migrante en la ciudad que su ayudante le aconseja “darse las tres”, la acción o gesto clásico para describir las tres aspiraciones profundas, indispensables, y para sentir los efectos de la marihuana de forma rápida, y mitigar los problemas inmediatos:
“--- No se apure don Nicho –lo consoló su ayudante- dese las tres con este grifo y verá como no hay mejor remedio.”
“--- Le digo que “Doña Juanita” es mi quitapesares, patrón- le respondió éste, liando al punto un cigarro.”
Después con la chava jipiteca Febea que se suicida (El libro del desamor) o con Jacinto Chontal Gurrero, de 16 años, un rebelde marginado por la sociedad opresiva (El infierno de todos tan temido) que termina igualmente en un suicidio, refleja al personaje trágico del joven incomprendido que rechaza una sociedad deshumanizada en los años 1970, quiere huir del infierno de la vida:
“¿Estás aquí por macizo? (…) Jacinto lo niega mientras le muestra los vendajes de los antebrazos que en verdad ocultan los numerosos, interminables intentos de suicidio.”
Esta pregunta se repite con frecuencia en la novela, Jacinto Chontal Guerrero es un experto en los ingresos y fugas hospitalarias de diversos manicomios, su marginación es a la vez el terreno de toma de conciencia y de lucha contra el gran control que ejerce el sistema opresivo y depredador sobre la vida y aspiraciones de los ciudadanos y la sociedad entera.
“(…) / las palabras no se miden cuando Jacinto enciende el segundo y el tercer cigarro de marihuana al mismo tiempo, quedando así en evidencia su grado de alcoholismo y por supuesto de intoxicación cannábica / ( …)”.
Por su parte el escritor Braulio Guerra, de veintiún años (La vocación insular) se refugia en la marihuana luego de una ruptura sentimental.
A pesar de ser muy pocos los consumidores problemáticos o que se exceden en el consumo, éstos son los que se prefieren considerar principalmente en el enfoque médico y punitivo para respaldar la fracasada Prohibición a las drogas y sobrestimar siempre el problema del consumo de marihuana ante la sociedad. Con esto hacen gala del arte de la exageración para avalar sus argumentos de la prohibición pero que resultan cuantitativamente débiles.
Finalmente la última modalidad son los ejemplos representativos del nuevo consumidor en el siglo XXI, que ya no es propiamente el sector juvenil, el escritor Héctor Lanzagorta (La vocación insular), que en una salida con sus amigos, dice:
“---La verdad –bromeó sin que el otro lo advirtiera—es que yo a la mota le empecé a entrar ya muy grande.
También está Mar, la esposa madura, de Ella decidió ser hippy a los 50... Estos nos comprueban que se ha ampliado el repertorio de consumidores  en la sociedad mexicana y que se seguirá ampliando conforme avance la despenalizando gradualmente. Algo que rebasa los miedos políticos infundados, los temores médicos de que existan más consumidores con la despenalización.
Pero si van a existir más consumidores lejos de la exageración tradicional que tienen como dogma los trabajadores de la salud y las diferentes policías, si va a existir nuevos consumidores y de distintas edades ciudadanas. No olvidemos que a pesar de la Prohibición siempre han aparecido nuevos consumidores en contextos socio-culturales diferentes sin que los consumidores anteriores desaparezcan, sino que solo cambian su percepción social.

Un sector amplio y diverso de nuevos consumidores no consumidores aparece desde 2000 que pugnan por un debate de la despenalización de la marihuana, son no consumidores indirectos de la planta psicoactiva por sus creencias personales pero consumidores directos de las múltiples consecuencias negativas creadas por el mantenimiento del mercado ilegal de marihuana.

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