martes, 12 de julio de 2011

Las derrotas de la prohibición

Juan Pablo García Vallejo
*Las prohibiciones no funcionan
**El uso médico, la cultura popular vencen la persecución
***Los cambios sociales son más rápidos que las leyes


Muchos mexicanos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, heterosexuales y homosexuales, creyentes o herejes gracias a Dios, empleados o desempleados piensan sin muchos fundamentos que la prohibición de las drogas mantenida actualmente por el gobierno calderonista es una política pública que no se puede cambiar, modificar o revocar, y que, por lo tanto, la propuesta de despenalizar las drogas no soluciona el grave problema de la violencia generada por el crimen organizado en este sexenio.
Y con este escepticismo infantil sólo promueven la confusión de un problema de salud convertido en un problema de seguridad nacional, olvidan pensar en la prevención y no aceptan que en el fondo es un derecho de los ciudadanos consumir o no sustancias psicoactivas. El derecho a la embriaguez es universal.
Pero haciendo una somera revisión la historia de la marihuana en México se puede hacer un listado de las grandes y consecutivas derrotas que ha tenido la implementación de esta medida punitiva. Estos fracasos nos demuestran que la prohibición de las drogas no es eterna, ni perpetúa ni inamovible.
En la Nueva España era legal el cultivo de cáñamo para uso industrial, incluso promovido por la Corona española, pero esta empresa fue muy efímera y no se obtuvieron los resultados ni la producción esperada. Aunque se estable una prohibición religiosa para ayudar a la conquista espiritual de los indígenas mesoamericanos.
La primera gran derrota se dio contra la prohibición religiosa impuesta por la Iglesia católica para castigar los diversos delitos de fe como la idolatría, la hechicería, la superstición, la blasfemia, etc. que practicaban discretamente los indígenas sobrevivientes al etnocidio ocasionado en las primeras décadas de la conquista española de las sociedades indígenas.
Es en realidad una derrota indirecta de la prohibición pero con impacto muy profundo porque los indígenas al padecer la amenaza mortal de diversas enfermedades infecciosas desconocidas por ellos, traídas por los conquistadores españoles como la viruela, el tifo, el sarampión entre otras, recurrieron al cáñamo al descubrir sus propiedades medicinales.
Aunque el empleo médico del cáñamo no logro curar o disminuir la mortandad, que en términos generales ocasiono la muerte de 15 millones de indígenas, fue la puerta de entrada a la medicina tradicional indígena. Y es ahí donde el cáñamo se refugia en una especie de santuario, adquiriendo un nuevo nombre de Marihuana y se crea el ritual de “Darse las tres”.
A algunos activistas cannábicos les intriga el momento histórico en que la planta asiática adquirió su nombre dizque náhuatl pero eso no es relevante, lo más importante es que desde entonces se integro a los ritos religiosos de diversas etnias. Los indígenas le pusieron nombre de vírgenes y santas de la hagiografía cristiana a esta planta y le dieron un lugar especial en sus creencias religiosas ya sincretizados. Pero este sincretismo es solo una ampliación de la refundación de los pueblos y comunidades indígenas que se realizó con la construcción de las iglesias, así al nombre náhuatl de los poblados se antepuso el nombre de un santo de la hagiografía cristiana por ejemplo Naucalpan paso a llamarse San Bartolomé Naucalpan, Ahuizotla ahora es Santiago Ahuizotla, etc.
Esta es una derrota completa de la prohibición religiosa porque desde entonces se permite, tolera o acepta el uso ritual de la marihuana o Santa rosa en varias etnias. Y con este nombre de santas cristianas también se ha evitado la represión por parte del ejército mexicano en esas comunidades indígenas para que debido a su uso ritual no sean acusados de narcotraficantes. Se sabe del desprecio del ejercito por los indígenas, pero esta tolerancia al uso ritual sigue vigente hoy en día.
La segunda derrota de la prohibición de las drogas aconteció en la segunda mitad del siglo XIX, en el México independiente, inestable y caótico, cuando en el año de 1865 el gobernador del estado de Colima Francisco Ponce de León intenta prohibir el cultivo y comercio de marihuana. Pero el dictador Santa Anna impide que esta medida se implemente a nivel estatal y federal. Pero esta derrota tiene un efecto más descriptivo y visible a partir de la creación del corrido de La marihuana, que será la puerta de entrada a la cultura popular mexicana.
La tercera derrota de la prohibición se da en el año de 1869 cuando, Juan José Baz, el gobernador del DF también intenta prohibir el comercio de marihuana pero fracasa, la popularidad del uso medicinal ni recreativo disminuye.
Durante todo este tiempo el Estado a través del Consejo Superior de Salubridad aparenta un control efectivo de la producción y venta de drogas en boticas y mercados. Pero solo es un espejismo porque en la mayoría de los casos existía un comercio incontrolable. Y esto mismo sucede con la marihuana:
“El control que el Consejo intentaba lograr en la venta de medicamentos y algunas sustancias, fácilmente escapaba de sus manos. Con la marihuana sucedía algo parecido, pues se dio el caso que un coronel de artilleros solicitara que se ejerciera un control más eficaz para su venta, ya que como era fácil de adquirirla, el vicio de fumarla se había propagado de manera alarmante entre la tropa”. (en Martínez Cortés, Fernando y Martínez Barbosa, Xochitl, El Consejo Superior de Salubridad. Rector de la salud pública en México, SmithKline Beecham México, México, 1997, p. 142.)
Aunque la criminalización del comercio de drogas fue una convicción implementada desde la Constitución de 1917, para distanciarse de la liberalidad porfiriana hacia las drogas y medicamentos milagrosos persiguiendo un vano afán de prevenir la degeneración de la raza promovida por el padre del narcotráfico mexicano el general y doctor coahuilense José María Rodríguez.
Esta criminalización no duro mucho porque en 1931, en el Código Penal del DF se considera que la toxicomanía es una enfermedad y no un delito. Pero esta simple diferencia entre enfermedad y delito no la entienden ni políticos, ni la aplican las policías de todos los niveles por miedo a perder las ventajas económicas proporcionadas por la extorsión que hacen de los consumidores y vendedores y por las múltiples prácticas de corrupción que los tienen esclavizados.
Las recientes derrotas de la prohibición de drogas ya en la alternancia democrática decepcionante es la reducción de daño aceptada por el presidente Calderón en 2007 y la publicación de la Ley para la atención integral del consumo de sustancias psicoactivas del Distrito Federal, en diciembre de 2010 aprobada por la Asamblea del Legislativa Distrito Federal que dan derechos a los consumidores de sustancias psicoactivas. Una legislación que parecerá muy extraña a muchas personas desinformadas o llenas de prejuicios, funcionarios, médicos acostumbrados a estigmatizar, humillar, degradar, ofender a quienes realizan prácticas psicoactivas.
Hay que tener muy presente que los cambios en la cultura criminal a través de las leyes son más lentos que los avances sociales en los derechos ciudadanos de las minorías sociales, como ya sucedió con la legislación del aborto, de la eutanasia, el matrimonio gay, la inseminación artificial. Estos temas antes eran tabú social o eran considerados inmorales ahora son terreno de derechos humanos para minorías sociales, se pasa de la exclusión y persecución social al ejercicio de derechos y una tolerancia social plural.
Muchos consumidores, organizados o no, quisieran por pensamiento mágico una despenalización de un día para otro. Y muchos otros se les hace muy difícil pensar la normalización de su consumo en locales permitidos o autorizados pero no se ponen a pensar que los comercios naturistas, de mascotas, los sex shops, las tiendas de videos antes no existían y ahora hay cientos en toda la ciudad…así se hará con las misceláneas cannábicas.
Así vemos que han sido ya varias las derrotas de la prohibición de drogas y que esta medida criminalizadora y estigmatizadora y discriminatoria no es eterna, ni perpetua ni inmutable.

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