Juan Pablo García Vallejo *
Asistir
en la alborada del siglo XXI, el primer sábado de mayo, a la primera marcha por
el Día Mundial de la Liberación de Marihuana en la ciudad de México parecería
hoy un lugar común o una cosa de ciencia ficción. Para los que participamos en esta inédita demostración
pública colectiva, pacífica y festiva lo consideramos un día histórico para el
futuro de la marihuana y de sus nuevos consumidores conscientes.
Para mí, en particular, era constatar en la
realidad social lo que había ya expuesto en el Primer Manifiesto Pacheco, redactado en 1985: la necesidad imperiosa
e inaplazable de que los consumidores de cannabis dieran a conocer su disenso,
su opinión, su conciencia psicoactiva frente a la política prohibicionista
mantenida por el Estado mexicano basada en un rosario de dogmas ideológicos, no en
argumentos científicos. Con esta marcha se rompió el monólogo prohibicionista
hegemónico, salía al espacio público otra percepción, otra actitud ante las
drogas y una nueva representación social de los usuarios.
GANAR LA CALLE, CUMPLIR LA UTOPIA
Este
día fue el primer gran paso dado por la comunidad cannábica embrionaria, este
gran paso es el principio del fin de la prohibición al ganar la calle, buscar
el reconocimiento social en una sociedad democrática y plural y promover las
ventajas que nos proporcionara la liberación de la marihuana a toda la
sociedad, no solo a los pachecos.
La
lucha por la legalización de la marihuana es una lucha de largo plazo supera
las políticas colonialistas prohibicionistas sexenales; es un hábito cultural
y, a la vez, una esperanza, una creencia colectiva dirigida a la construcción
de una sociedad humana mejor, que adopte una convivencia informada, responsable
y pacifica con las drogas. No es un movimiento social reivindicativo
maximalista, de todo o nada.
La
liberación de la marihuana es una utopía para consumidores y sus amigos
no-consumidores; sí, pero no es una utopía romántica sino real que nacía de la distopia de la persecución policiaca
cotidiana, de la terrible y temible voz autoritaria de ¡Contra la pared marihuanos! Es una utopía cumplida con la
re-educación de los consumidores, educando y liberando a la marihuana, ante el gran
problema que representa la desinformación perpetua, sistemática, que mantiene el
Estado y el sector salud al negar información, objetiva y oportuna, a toda la
población sobre los riesgos del consumo de drogas. No está demás decir que el
Estado mexicano no cumple los acuerdos internacionales en este aspecto y que a
nivel doméstico desvía los presupuestos para prevención a otros fines de
interés político. Es una utopía práctica
difundir la cultura del cannabis por ser un desafío a una sociedad conservadora
y un Estado paternalista y autoritario, que promueve la exclusión social. Una
utopía alcanzable ante el agandalle hipócrita de la doble moral de los medios
de comunicación oficialistas y los periódicos de la izquierda sectaria que son
anti-marihuana y anti-pachecos. “La legalización de la marihuana, si: pero
en Canadá”, dicen sus titulares.
Ese
día poco a poco fueron llegando los marihuanos al lugar de reunión, individual
o en grupos, vistiendo camisetas, gorras con el símbolo universal de las siete hojas del cannabis. Para todos fue
bastante emocionante ver a decenas de jóvenes fumando sin miedo, sin vergüenza,
sin la paranoia de persecución policiaca. Mientras algunos raperos aprovechaban
para amenizar el ambiente con canciones en honor a la María y rendir homenaje a marihuanos internacionales como Bob Marley
y demás iconos populares de la cultura del rock.
Aunque
la convicción inicial por parte de los organizadores fue hacer un evento
público llamando a la despenalización pero no a promover el consumo en el
evento para evitar conflictos inmediatos con la policía, sin embargo, en la
práctica no se cumplió porque los asistentes salían a fumar marihuana
públicamente, para demostrar que no son ni delincuentes ni enfermos.
Asistieron
también nuevos y diversos marihuanos provenientes de distintas partes de la
ciudad de México pero ya organizados incipientemente y con demandas específicas
de la agenda cannábica: pedir información objetiva al Estado mexicano; comenzar
a reflexionar el uso industrial múltiple del cáñamo; considerar los beneficios
medicinales milenarios negados arbitrariamente por la medicina oficial cuyos
criterios clínicos están sometidos a las decisiones políticas de la prohibición
no de la medicina.
Todas
estas demandas siguen siendo aún terrenos no conquistados de la utopía, pero en
mi opinión dejo de ser una utopía el derecho de los consumidores mexicanos
confrontar al Estado mexicano sobre quién decide y qué decide en cuestión de
sustancias psicoactivas. Es el empoderamiento
cannábico, un ataque a los cimientos de la prohibición y sus prácticas
discriminatorias. Reconocemos que quién decide lo hace, el Estado, de forma
unilateral, limitada y con resultados poco efectivos; y lo qué decide sobre las
sustancias psicoactivas responde a intereses extranjeros que son ajenos a la tradición
cultural de la sociedad mexicana.
El
Estado mexicano propone políticas paternalistas autoritarias creyendo que él es
único que sabe de drogas, dice que la prohibición de drogas es por nuestro
bien; los nuevos consumidores del siglo XXI, una minoría, saben en el fondo que
el Estado mexicano es un mal padre porque
enseña mal sobre las drogas, sólo desinforma. Ahora los consumidores
re-educados en drogas, no ven a éstas como un monstruo, misterioso y peligroso
como las presenta el discurso prohibicionista, sino como un derecho cultural.
Desde
esta primera marcha surge en la sociedad mexicana, la diversidad psicoactiva o
comunidad diversa de consumidores, interesada en discutir los criterios que se
aplican para las políticas públicas de drogas. Esta reunión colectiva, única en
todo el territorio nacional, significo ya una victoria cultural simbólica en
una sociedad conservadora, y una victoria cannábica, al fin de cuentas, sobre
la prohibición criminalizadora que persigue y estigmatiza negativamente a los
consumidores y a la marihuana.
LA ABUNDANTE FLORA y FAUNA CANNÁBICA
La
fauna y flora marihuanera asistente a la marcha, por suerte, era diversa e
inter-generacional, había marihuanos contraculturales, artesanos, mochileros
trotamundos, partidarios del reggae y de la creencia rastafari, aficionados al
hip hop, marihuanos del movimiento estudiantil, algunos marihuanos de la
diversidad sexual, algunas pachecas, los marihuanos galenos con su bata blanca
apoyando el uso terapéutico y marihuanos vírgenes o nice que salían por primera vez del closet a una demostración
pública colectiva a favor de la despenalización de la marihuana, marihuanos
inquietos que habían dado la vuelta al mundo y ver que en otras sociedades la
situación no estaba tan desastrosa como en México. Jóvenes soñadores,
idealistas unidos por la creencia colectiva de luchar por la liberación de la
marihuana de sus grilletes represivos.
No éramos muchos, menos de mil, pero si
suficientes para reconocernos entre nosotros, se sentía un sentimiento de
orgullo, de satisfacción colectiva, de estar iniciar una lucha por una causa
justa, además de muy valiosa, sin ideologías políticas de por medio.
Esos
pocos coreamos al iniciarse la marcha la consigna ¡La mota legal eleva la moral!
No sólo la moral pública al resolver un problema social considerado inmoral,
difícil, espinoso al que siempre se le
da largas hasta el infinito; sino pasar de un escenario de represión y
exclusión social a un escenario de derechos y responsabilidades ciudadanas
psicoactivas. Propuse también mi consigna ¡Se va acabar, se va acabar la Prohibición
criminal!
De este
histórico evento no esperaba muchas cosas, no soy partidario del arte de la exageración, me basto ver esa
tarde calurosa como una generación de jóvenes desafiaban tanto al Estado
mexicano foxista, que había llegado al poder con el voto democrático, como a la
sociedad mexicana católica y conservadora, la que vive de espaldas a la
cambiante realidad del mundo, la que siempre se niega a resolver problemas
sociales históricos por encerrase en dogmas estúpidos e in-comprobables.
Una
manifestación pública a favor de la marihuana nunca la hubieran permitido los
priistas depredadores, doble moralistas y autoritarios que preferirían mandar
un batallón de granaderos. Pero en el contexto político-social de tener dos
gobiernos democráticos, el federal y el local, de la transición democrática era
un escenario natural para el nacimiento de otro tipo de lucha social. Al
contexto nacional nuevo se suma la convocatoria global en muchas ciudades del
mundo que celebran esta misma jornada de lucha cannábica.
La
marcha por la liberación de la marihuana es la expresión de un movimiento social post-materialista,
que busca reivindicar el derecho al saber, al placer y al empoderamiento psicoactivo o de otra forma, del ejercicio práctico
del derecho a la diversidad de la conciencia
con sustancias psicotrópicas. Este derecho
a las sensaciones con sustancias nunca antes se había expresado
públicamente en la sociedad mexicana.
La prensa metropolitana desdeño la marcha
También
se dieron cita una manada de fotógrafos sagaces para obtener algunas imágenes
insólitas y atractivas, de los jóvenes forjando un toque, de la vestimenta festiva de las pachecas dándose se las tres, de la parafernalia
cannábica que vestían algunos, etc. Pero brillaron por su ausencia los
periodistas de los periódicos metropolitanos, quizás también son doble
moralistas y conservadores como los dueños de los medios en que trabajan.
Al
otro día de la marcha, domingo 3, solo parecieron como tres notas en la prensa
metropolitana, pero la brecha por la liberación de la marihuana estaba ya
abierta y sembrada la semilla de una nueva percepción de las drogas y sus
consumidores. En la televisión esta protesta pública solo ocasiono chistes
malos y la restitución de dogmas reaccionarios de desinformación y
estigmatización negativa por los locutores desinformados. La espiral del silencio y la desinformación
aislaron la marcha como es su perversa costumbre.
Hubo
ausencias significativas que algunos esperaban apoyarían el incipiente
movimiento con su asistencia no desde la comodidad de sus estudios literarios, como
la del ondero José Agustín o de otras
personalidades de la cultura todavía temerosas de salir del closet
o que son miembros de la radical
chic que consideran vivir una legalización personal y piensan muy
pequeñoburguesamente que lo de la prohibición es cosa que afecta sólo a los
pobres marihuanos pendejos. Son marihuanos conformistas, espectadores
temerosos.
La
marcha se realizó en la Colonia Roma, la calle de Ámsterdam, que en opinión de
los organizadores era el lugar propicio para esta acción conjunta por la
asociación simbólica y necesaria con esa ciudad europea que desde los años 1970
es la capital mundial de la despenalización de la marihuana y ha implantado una
política permisiva. Los vecinos vieron con extrañeza a los marihuanos de otras partes de la ciudad marchar por todo
el circulo que forma esta típica calle romana, haciendo varias paradas
informativas sobre la cuestión jurídica de la prohibición, quizás les molestaba
el olor a tortilla quemada, el petatazo, de las pequeñas nubes de humo blanco que desprendía el pequeño
contingente en todo su recorrido.
Pero
muy pronto percibieron que los marihuanos eran pacíficos, traían música y
varios de ellos consumían panes con marihuana. Les sorprendió más que esos
marihuanos no rompían cristales de comercios, ni ultrajaban a las mujeres ni
violentaban a los ciudadanos decentes como los habían educado los medios de
comunicación por décadas de prohibición.
UNA REVOLUCIÓN PSICOACTIVA Y JUARISTA
Y
los marihuanos aprendían ese día memorable que se puede luchar por la despenalización
de las drogas desde el terreno de la ciudadanía organizada, no mediatizada o neutralizada
por los partidos políticos, en una ciudad democrática como la Ciudad de México.
Pienso
que la primera marcha por el Día Mundial de la Liberación de la Marihuana
comenzó una revolución psicoactiva y juarista en México. Si el mítico Juárez
dejo de pastorear borregos para elegir educación para salir de la “estúpida
miseria” a la que estaba condenado como indígena, los consumidores del siglo
XXI se ciudadanizan para acabar con la “estúpida prohibición de drogas” que los
condena a la exclusión social. Juárez dejo de ser indígena para convertirse en
ciudadano y con la Reforma buscar el progreso social en una sociedad secular
moderna; los marihuanos marginales, trasgresores de la ley, contestatarios del
sistema se convierten en ciudadanos psicoactivos para iniciar la Reforma en
política de drogas incluyente, que tome
en cuenta su opinión. Si Juárez logro con el tiempo y tenacidad sus
aspiraciones como ciudadano moderno, también los cannábicos del siglo XXI lo
conseguirán, la lucha es larga y es mucha, como dice el tango, pero lograran
reformar las leyes prohibicionistas. Hay que evitar las tendencias tiránicas de
Juárez, porque esas prácticas políticas son ajenas al espíritu de tolerancia,
pluralidad y diversidad que promueve la cultura cannábica.
Este
día memorable, repito, cambio el escenario de la cultura de las drogas en la
ciudad de México, aparecieron los ciudadanos psicoactivos del siglo XXI. La
demostración colectiva, pública y pacifica duro unas horas, finalizo con mensajes informativos de los organizadores. Me
fui con mis camaradas de La Guillotina a festejar la primera Marcha por la Liberación
de la Marihuana bastante satisfecho de ser testigo de la revolución pacífica,
festiva y lúdica de largo plazo con lo que dio inicio la modificación de las
leyes prohibicionistas discriminatorias de drogas en México.
* Redactor
del Primer Manifiesto Pacheco en
1985; director de la Gaceta Cannábica,
publicación cultural de la planta amiga desde 2005, autor de La disipada historia de la marihuana en
México 1492-2010, de Disidencia psicoactiva.
Movimiento Cannábico Mexicano 2000-2010 editados por Eterno Femenino
Ediciones, promotor infatigable de la liberación de la Planta amiga.
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