Ponencia
Congreso
EL MARIHUANO EN LA NARRATIVA MEXICANA DEL SIGLO XX
Juan Pablo García Vallejo
¿Qué
hay de interesante en investigar, indagar las huellas, seguir el rastro del
inmoral, degenerado y peligroso marihuano en la literatura mexicana? ¿Cómo ha
permanecido su atractivo en la ronda de generaciones literarias con más o menor
énfasis protagónico en el siglo pasado y comienzos del presente? ¿Cuál de los
personajes marihuanos es el más conocido del mundo literario, en la cultura
mexicana?
El
campo de las letras mexicanas es un espacio que ha ganado, desde fines del
siglo XIX una sólida independencia del control Estatal, ya no está subordinada
al nacionalismo literario, el nacionalismo cultural pos- revolucionario y que
ha consolidado a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Con
este ejercicio literario pretendemos demostrar cómo la literatura mexicana se
transformó drásticamente al abrirse a otros temas considerados tabúes o
secundarios y que gracias a ellos ésta abandono el desgastado tema de la
Revolución mexicana (que abarco de 1915 a 1955) o de la nostalgia pueblerina
siempre dependiente a una lectura ideológica, es decir, supeditada a los
intereses de la clase en el poder, no a la propia creatividad narrativa de los
autores.
La
presencia persistente de este personaje
literario, más allá del perverso estigma negativo inventado desde el poder
estatal, demuestra sistemáticamente la inutilidad y fracaso de la Prohibición
de drogas adoptada por el Estado mexicano durante todo el siglo XX y los
albores del XXI.
Nos
interesa en forma particular mostrar como la literatura mexicana va
configurando el personaje marihuano, cómo van cambiando sus representaciones
literarias y sociales, sus particulares formas de interacción, de expresión, en
el terreno de la Cultura Cannábica que nos describe tanto el código de consumo,
es decir, el significado o sentido de la práctica cultural, como el rito
de iniciación y sus momentos
fundamentales durante el consumo de marihuana.
Primero
para iniciar este viaje de interpretación literario-cannábico tenemos que
reconocer al personaje marihuano como un personaje literario ha sido poco
tratado, despreciado, o mejor dicho,
discriminado en los estudios referidos a los personajes y protagonistas en la
literatura mexicana, inclusive con la actual moda de los debates parlamentarios
limitados o restringidos sobre la despenalización de la marihuana.
Desde
el establishment
literario académico se ha preferido seguir un camino más fácil estudiar
la figura del narcotraficante, porque de este personaje es más visible para los
investigadores y su tratamiento les otorga cierta paz académica mientras que el
marihuano literario es más difícil de estudiar por que los investigadores no
han encontrado el método apropiado de estudio, no desde el terreno propio de la
literatura o de la narratología sino más directamente desde la Cultura
Cannábica, que es para ellos, distante y desconocida, donde lo
importante es el consumidor de marihuana, como un sujeto activo.
Así
nuestro Club del Marihuano Literario estará integrado por siguientes
protagonistas reales y personajes ficticios: el soldado raso anónimo en Los de abajo
de Azuela; el “chamaco” snob Nebrija, en La Resurrección de los ídolos
de Juan José Tablada; Dionisio Pólvora el campesino que emigra a la ciudad en
busca de fortuna, de La luciérnaga de Azuela; el periodista subversivo Jacobo
Olamendi, la soldadera Chata Micaela y el soldado herido, de Trapa Vieja del
General Francisco L. Urquizo; el poeta Tablada; William Lee, en Jonky de Williams Burroughs; Sal Paradise y
Dean Moriarity, en El camino de Jack Kerouac; el narrador anónimo y rebelde, de
José Agustín; la chava hipiteca Febea, de Julián Meza; el policía anónimo en De
perfil de Móndrigo; el rocanrolero contestatario Epicuro Aristipo, en Pasto
verde de García Saldaña; el joven de barrio Roger Gonzalez y Chin Chin el
teporocho, de Ramírez; el rocanrolero
Jaime Figueroa El Tamal, en Las jiras de Arana; el preparatoriano Novo
en Estatal de sal; el joven marginado Jacinto Chontal Guerrero, en El infierno
de todo tan temido de Luis Carrión Beltrán; el Chupamirto y el contador preso
en Entre tiras, porros y gandallas de Martre; el icono popular de Agustín Lara,
en Amor perdido de Monsiváis; el prostituto masculino Adonis García en El
vampiro dela colonia Roma de Luis Zapata; el aspirante a escritor Braulio
Guerra en La vocación insular de Valdés; el poeta Nandino en su autobiografía
Siguiendo los pasos; Mar la esposa madura aspirante a hippy en el siglo XXI, de
Angélica Sánchez; el periodista cultural Chori, Popo y Cadena en Camada maldita
de Alejandr5o Ariciaga; los poetas
infrarrealistas Arturo Belano, Ulises Lima y Juan García Madero en Los
detectives salvajes de Roberto Bolaño;
Aurora y Ricardo un matrimonio de abogados reflexivos y no consumidores
simpatizantes de la despenalización de la marihuana en El cerco de José Antonio
Rosado.
Al
personaje marihuano primero lo tratan escritores costumbristas en la novela de
la Revolución mexicana Mariano Azuela, Francisco L. Urquizo que domina toda la
primera mitad del siglo XX, mientras que los novelistas modernos como los
Contemporáneos lo ignoran por completo, con excepción de Tablada. El paisaje
literario cambiara a partir de los años 1960 con las novelas de los jóvenes
escritores de la literatura contracultural de la Onda donde el marihuano
adquiere completa ciudadanía, la mayoría de estas novelas son autobiográficas,
los escritores escriben de lo que viven.
Para
mediados de los años 1960 la marihuana era ya la droga generacional y su
influencia no podía escapar a la nueva
literatura escrita por jóvenes y para jóvenes. Sus novelas ya no se refieren a
la Revolución mexicana ni al bucólico campo, nos muestra una literatura en
movimiento, el emergente y conflictivo mundo de los jóvenes, y que poco después
se abre a nuevas temáticas en los años 1970:
“(,,,)
las condiciones socio-económicas, políticas y culturales que habían hecho
posible la formación de esta literatura cambiaron. El tema de la formación de
identidad del joven individuo, su conflicto con el orden social establecido se
llenó de nuevos contenidos dando lugar a nuevas expresiones contraculturales,
como por ejemplo la homosexualidad.”
Para
los años ochenta el personaje marihuano es un personaje común, en una sociedad
mexicana ya invadida por el narcotráfico, sin la carga de rebeldía social
expresada dos décadas antes. La imagen social del personaje vuelve a cambiar
con el siglo naciente porque aparecen diversas expresiones del consumidor de
marihuana, no anónimo sino público, no aislado sino organizado y con una
identidad cultural psicoactiva revalorizada, teniendo como escenario principal
de la paulatina incorporación de la discusión del consumo de sustancias en la
agenda social: el debate sobre la despenalización de las droga.
Pero
quien dará la mayor popularidad al personaje marihuana serán los soldados rasos
de la novela Tropa vieja, que tuvo
una aceptación muy buena y un éxito de difusión mayor en ediciones populares
por decena de miles y que se podían adquirir en muchísimos lugares no solo en
librerías que siempre han sido escasas.
El
panorama literario cambia favorablemente a mediados de los años 1960 porque
varias de las novelas analizadas aquí ganaron premios literarios, otro recurso
convencional de la institución literaria para iniciar la promoción de la novela
y de la lectura.
Este
auge en la publicación de novelas por editoriales independientes visibiliza el
papel audaz del editor, como parte esencial del engranaje de la institución
literaria, es un provocar social al arriesgarse a buscar nuevos escritores,
proponer temáticas distintas a las tradicionales, desafiar el canon literario
establecido para la llamada “gran tradición de la literatura nacional”,
difundir gustos literarios, crear nuevos públicos lectores e inquietar al
establishment académico literario. Que como ya señalamos arriba la institución
literaria en México estaba completamente colonizada por la percepción moralista
hacia el marihuano propia del nacionalismo cultural primero y continuado por el
nacionalismo revolucionario de los años 1930 hasta los años 1960.
La
aparición de editoriales independientes no solo beneficia a nuevos escritores
sino que también significa una disminución del poder de la Prohibición de
drogas en la sociedad porque hay una mayor circulación de libros y, por tanto,
una socialización del saber, del conocimiento sobre las drogas que estaba
monopolizaba o mejor dicho silenciada, por el enfoque prohibicionista
paternalista, autoritaria y de los medios de comunicación sensacionalistas. Las
novelas de los jóvenes narradores desafiaran la Prohibición paternalista y
criminalízate al poner en duda lo dicho por el discurso sanitario y punitivo.
Esa
través de las novelas que los nuevos lectores saben de las drogas, a través del
lenguaje, los diálogos, las acciones específicas, rasgos, vestimenta de los
protagonistas reales y personajes imaginarios. Esto es interesante señalarlo
porque muestra los límites de la Prohibición estatal porque no proporciona
información necesaria a la población. Los jóvenes tienen que enterarse de qué
es la marihuana y otras drogas por medio de las novelas que escriben otros
jóvenes, como ellos, y no de la información limitada y sesgada del sector
salud.
Como
hace 100 años, con la moda de los paraísos en
la Belle époque, como se llamaba entonces al ambiente social relacionado con el
consumo de drogas, las nuevas generaciones de jóvenes mexicanos de los años
1960 aprenden del consumo de marihuana, sus expectativas y riesgos de consumo,
a través de la literatura.
Nos
interesa saber particularmente cómo donde y cuando lo hacen, es decir,
determinar su acción recurriendo a un criterio temporal básico, es decir, de la
frecuencia de consumo, en el contexto narrativo, aplicando la tipología general
del consumidor de marihuana: el consumidor
ocasional, el consumidor habitual,
el consumidor problemático o exceso
de consumo, el nuevo consumidor
psicoactivo y el no-consumidor a
favor de la despenalización de la marihuana y de la percepción social de las
drogas del siglo XXI en México.
La
primera modalidad de la tipología cannábica es el consumidor ocasional o el consumidor esporádico entendido como las
primeras veces que se consume o también que se haga de forma infrecuente,
inconstante o de vez en cuando, pero la más conocida descripción literaria es
de “alguna vez en la vida” que está claramente presente en novela Las jiras
(1973), de Federico Arana, con el joven rocanrolero Jaime Figueroa El Tamal,
integrante del grupo de rock Los Hijos del Ácido, durante una gira artística en
busca del éxito comercial, por el sur de los Estados Unidos, en un descanso con
sus amigos Javier le ofrece el toque pero este personaje lo rechaza, explicando
su decisión personal de abstención:
“La
fume un día por curiosidad –dijo por enésima vez-, pero no volveré a hacerlo,
no me interesa”.
Mientras
fuman sus amigos critican la calidad de la marihuana que están consumiendo, que
no se produce en Estados Unidos, insistiendo en su mala calidad.
“--- ¡Qué mala es! –exclamó el Foco---; no
tiene sabor, no apesta ni se sube…
---Es malísima ---corroboró Javier---; tienes
que fumar mucho para que te pegue.”
En
estos años la marihuana mexicana Acapulco golden tenía una gran demanda en el
vecino país. Es necesario señalar que esta novela como en El infierno de todos
tan temido son las únicas obras en que se cuestiona la calidad del producto
psicoactivo y que ahora es uno de los elementos o asuntos primordiales de
discusión en el debate de la despenalización, para disminuir los riesgos de
consumo en la salud.
En El
infierno de todos tan temido, de Luis Carrión Beltrán, el personaje
principal Jacinto Chontal Guerrero, un joven marginado, describe el consumo en
una fiesta de trabajo:
“Gozas
del espectáculo y mucho más, cuando alguien te pasa un cigarro, luego otro, y
otro; es un mota mala, pura basura les venden a estos pinches ricos.”
El consumo ocasional lo realiza una señora,
Mar, figura femenina principal en Ella decidió ser hippy a los 50…, que al
entrar al medio siglo de vida le nace la inquietud de experimentar con la
marihuana:
“Recordé
en ese instante la vez que fumé marihuana con los compañeros de oficina en los
jardines de la Ciudad Universitaria y aquella cena de fin de año en que un
invitado de mi hermana Naty llevó un porro y lo fumamos escondidos en el cuarto
de lavado y un viernes que al salir del Caballo Bayo, nos fuimos con el hijo de
un ex gobernador de Aguascalientes a su casa de Tequesquitengo.”
Otros
consumidores ocasionales que encontramos son el “chamaco” snob Nebrija (La
resurrección de los ídolos), El Chupamirto del barrio de la Candelaria de los
Patos (Entre tiras, porros y caifanes), el prostituto masculino Adonis García
(El vampiro de la colonia Roma) que sólo la consumen de vez en cuando, no
siempre. Y el periodista cultural El Chori, que participa en un rito de
iniciación con sus amigos Popo y Cadena (Camada maldita), el primero afirma:
“Me
centre en el chupe y en mis probaditas de mota de vez en cuando.”
La
alternativa de “alguna vez en la vida” expresa la experimentación por una sola
vez pero que puede estar guiada por diversas motivaciones como conocer nuevas
sensaciones, por curiosidad, la presión social, el desafío a la autoridad, la
trasgresión social. Si se tienen resultados indeseables (mal viaje) después se
pierde por completo el interés en la marihuana.
La
segunda modalidad es la del consumidor
habitual es el que integra la
marihuana como un estilo de vida y como personaje marihuano el que tiene mayor
presencia en la narrativa mexicana, comenzando por el consumo de los soldados
en la Revolución mexicana que Mariano Azuela presenta fugazmente haciendo una
simple referencia en Los de abajo, a un soldado raso anónimo como un “fumador
de marihuana”. Y el poeta y compositor Agustín Lara descrito en Amor Perdido, de Carlos
Monsiváis.
En
la mayoría de novelas sobresale el consumidor
habitual joven desde mediados del siglo XX lo que se constata en los
personajes beats Sal Paradise y Dean Moriarity (En el camino), los jóvenes
onderos de los años 1960 el narrador anónimo (De perfil), la joven hipiteca
Febea (El libro del desamor), el rocanrolero Epicuro Aristipo (Pasto verde), el
joven de vecindad Roger Gonzalez (Chin Chin el teporocho), el disidente moral
Adonis García (El vampiro de la colonia Roma), los poetas infrarrealistas
Arturo Belano, Ulises Lima y Juan García Madero (Los detectives salvajes), el
escritor Braulio Guerra (La vocación insular).
En
Chin Chin el Teporocho el consumo de marihuana se presenta desde la tercera
página, cuando el joven Roger Gonzalez, de 17 años, sale al zaguán de su
vecindad en el barrio de Tepito y luego de saludar a sus vecinos, uno de ellos
le dice “Chupa limón”, es decir, fuma marihuana.
La
tercera modalidad es el personaje que realiza un exceso de consumo o consumidor problemático tiene escasos
representantes en el conjunto de novelas que estamos analizando. Comenzando con
Dionisio Pólvora (La luciérnaga), el campesino emigrado a la ciudad que padece
un cambio de identidad o de ausencia de valores, se cruza con alcohol y tiene
una explosión de violencia contra su esposa Conchita al llegar a su casa. Hasta
que lo controla, el gachupín don Antonio
lo lleva a su cama. Le dice a su esposa:
“-¿Le
hizo daño doña Juanita?-murmura sonriendo”.
En La luciérnaga Azuela presenta el consumo
como un tabú, es decir, algo que se sabe pero no se puede decir, cuando
Conchita y su hija María Cristina, intentan descifrar que es lo que quiso decir
del Antonio, con eso de doña Juanita, uno de los nombres populares dados a la
marihuana:
--- ¿Qué dijo María Cristina?
--- No oí bien…
--- Creo que eso…
--- ¿tú sabes?...
---En la vecindad nadie se llama así…
--- ¿Entonces?...
Madre
e hija se miran intrigadas.”
Son
diversos las vicisitudes que enfrenta el campesino migrante en la ciudad que su
ayudante le aconseja “darse las tres”, la acción o gesto clásico para describir
las tres aspiraciones profundas, indispensables, y para sentir los efectos de
la marihuana de forma rápida, y mitigar los problemas inmediatos:
“---
No se apure don Nicho –lo consoló su ayudante- dese las tres con este grifo y
verá como no hay mejor remedio.”
“---
Le digo que “Doña Juanita” es mi quitapesares, patrón- le respondió éste,
liando al punto un cigarro.”
Después
con la chava jipiteca Febea que se suicida (El libro del desamor) o con Jacinto
Chontal Gurrero, de 16 años, un rebelde marginado por la sociedad opresiva (El
infierno de todos tan temido) que termina igualmente en un suicidio, refleja al
personaje trágico del joven incomprendido que rechaza una sociedad
deshumanizada en los años 1970, quiere huir del infierno de la vida:
“¿Estás
aquí por macizo? (…) Jacinto lo niega mientras le muestra los vendajes de los
antebrazos que en verdad ocultan los numerosos, interminables intentos de
suicidio.”
Esta
pregunta se repite con frecuencia en la novela, Jacinto Chontal Guerrero es un
experto en los ingresos y fugas hospitalarias de diversos manicomios, su
marginación es a la vez el terreno de toma de conciencia y de lucha contra el
gran control que ejerce el sistema opresivo y depredador sobre la vida y
aspiraciones de los ciudadanos y la sociedad entera.
“(…)
/ las palabras no se miden cuando Jacinto enciende el segundo y el tercer
cigarro de marihuana al mismo tiempo, quedando así en evidencia su grado de
alcoholismo y por supuesto de intoxicación cannábica / ( …)”.
Por
su parte el escritor Braulio Guerra, de veintiún años (La vocación insular) se
refugia en la marihuana luego de una ruptura sentimental.
A
pesar de ser muy pocos los consumidores
problemáticos o que se exceden en el consumo, éstos son los que se
prefieren considerar principalmente en el enfoque médico y punitivo para
respaldar la fracasada Prohibición a las drogas y sobrestimar siempre el
problema del consumo de marihuana ante la sociedad. Con esto hacen gala del
arte de la exageración para avalar sus argumentos de la prohibición pero que
resultan cuantitativamente débiles.
Finalmente
la última modalidad son los ejemplos representativos del nuevo consumidor en el siglo XXI, que ya no es propiamente el
sector juvenil, el escritor Héctor Lanzagorta (La vocación insular), que en una
salida con sus amigos, dice:
“---La
verdad –bromeó sin que el otro lo advirtiera—es que yo a la mota le empecé a
entrar ya muy grande.
También
está Mar, la esposa madura, de Ella decidió ser hippy a los 50... Estos nos
comprueban que se ha ampliado el repertorio de consumidores en la sociedad mexicana y que se seguirá
ampliando conforme avance la despenalizando gradualmente. Algo que rebasa los
miedos políticos infundados, los temores médicos de que existan más
consumidores con la despenalización.
Pero
si van a existir más consumidores lejos de la exageración tradicional que
tienen como dogma los trabajadores de la salud y las diferentes policías, si va
a existir nuevos consumidores y de distintas edades ciudadanas. No olvidemos
que a pesar de la Prohibición siempre han aparecido nuevos consumidores en
contextos socio-culturales diferentes sin que los consumidores anteriores
desaparezcan, sino que solo cambian su percepción social.
Un
sector amplio y diverso de nuevos consumidores no consumidores aparece desde
2000 que pugnan por un debate de la despenalización de la marihuana, son no
consumidores indirectos de la planta psicoactiva por sus creencias personales
pero consumidores directos de las múltiples consecuencias negativas creadas por
el mantenimiento del mercado ilegal de marihuana.