miércoles, 22 de septiembre de 2010

celebridades de la literatura consumidoras de marihuana

Juasn Pablo garcía Vallejo

22 de septiembre de 2010. Un año después de la muerte del premio Nobel de Literatura Octavio Paz, su díscipulo Aurelio Asiain, en un artículo titulado Octavio Paz, Jaime Sabines, tabaco y otras yerbas, fechado el día 20 de marzo de 1999, afirma que "que el poeta una vez le confirmo que en su juventud había fumado marihuana. Que los jóvenes de Himno entre ruinas, eran él y sus amigos."

donde espumoso el mar siciliano…
Góngora


Coronado de sí el día extiende sus plumas.
¡Alto grito amarillo,
caliente surtidor en el centro de un cielo
imparcial y benéfico!
Las apariencias son hermosas en esta verdad momentánea.
El mar trepa la costa,
se afianza entre las peñas, araña deslumbrante;
la herida cárdena del monte resplandece;
un puñado de cabras en un rebaño de piedras;
el sol pone su huevo de oro y se derrama sobre el mar.
Todo es dios.
¡Estatua rota,
columnas comidas por la luz
ruinas vivas en un mundo de muertos en vida!

Cae la noche sobre Teotihuacan.
En lo alto de la pirámide los muchachos fuman marihuana,
suenan guitarras roncas.
¿Qué yerba, qué agua de vida ha de darnos la vida,
dónde desenterrar la palabra,
la proporción que rige al himno y al discurso,
el baile, a la ciudad y a la balanza?
El canto mexicano estalla en un carajo,
estrella de colores que se apaga,
piedra que nos cierra las puertas del contacto.
Sabe la tierra a tierra envejecida.

Los ojos ven, las manos tocan.
Bastan aquí unas cuantas cosas:
tuna, espinoso planeta coral,
higos encapuchados,
uvas con gusto a resurrección,
almejas, virginidades ariscas,
sal, queso, vino, pan solar.
Desde lo alto de su morena una isleña me mira,
esbelta catedral vestida de luz.
Torres de sal, contra los pinos verdes de la orilla
surgen las velas blancas de las barcas.
La luz crea templos en el mar.

Nueva York, Londres, Moscú.
La sombra cubre al llano con su yedra fantasma,
con su vacilante vegetación de escalofrío,
su vello ralo, su tropel de ratas.
A trechos tirita un sol anémico.
Acodado en montes que ayer fueron ciudades, Polifemo bosteza.
Abajo, entre los hoyos, se arrastra un rebaño de hombres.
(Bípedos domésticos, su carne
-a pesar de recientes interdicciones religiosas-
es muy gustada por las clases ricas.
Hasta hace poco el vulgo los consideraba animales impuros.)

Ver, tocar formas hermosas, diarias.
Zumba la luz, dardos y alas.
Huele a sangre la mancha de vino en el mantel.
Como el coral sus ramas en el agua
extiendo mis sentidos en la hora viva:
el instante se cumple en una concordancia amarilla,
¡oh mediodía, espiga henchida de minutos,
copa de eternidad!

Mis pensamientos se bifurcan, serpean, se enredan
recomienzan,
y al fin se inmovilizan, ríos que no desembocan,
delta de sangre bajo un sol sin crepúsculo.
¿Y todo ha de parar en este chapoteo de aguas muertas?

¡Día, redondo día,
luminosa naranja de veinticuatro gajos,
todos atravesados por una misma y amarilla dulzura!
La inteligencia al fin encarna,
se reconcilian las dos mitades enemigas
y la conciencia-espejo se licúa,
vuelve a ser fuente, manantial de fábulas:
Hombre, árbol de imágenes,
palabras que son flores que son frutos que son actos.



Nápoles, 1948

Esta experiencia sirve y basta para comprobar que el consumo de marihuana no es una enfermedad mortal ni incurable, como creen los prohibicionistas, moralistas y medicos de escaso conocimiento cultural.
Y que gracias a los escritores, desde los poetas románticos la marihuana comenzo a tener celebridades consumidoras, no ya los cientos de anónimos y desgraciados leperos, los miles de indigenas que eran soldados y ladrones. Sino hombres nutridos en las letras, las artes y demás actividades creadoras.
Con el poeta Manuel M. Flores, que Monsivaís dice que fumaba mota y que su biográfo autorizado Marco Antonio Campos dice que no es cierto, quizás para no evidenciar sus deficiencias cognitivas sobre su biografiado o por doble moral o fobia a la marihuana lo niega, es que comienza una larga lista de celebridades literarias consumidoras.
Es decir, que todas las generaciones de literatos y creadores mexicanos del siglo XX le han entrado a la marihuana...
Entre ellas se encuentra José Juan Tablada y su poema El hombre de la Hierbabuena, que fue plasmado por Diego Rivera en un mural del Palacio Nacional con ojeras moradas y ojos rojas por su hábito marihuanaero.
Una actitud contradictoria del Sapo-Rana porque también él se queria aprovechar de su consumo creyéndolo de orígenes mesoamericanos y como única herencia de México al mundo, cuando en 1923, quizo legalizar su distribución e imponer oficialmente fumar mota entre sus cuates los muralistas.
Pero la carrera trepadora de Rivera, no hay otra forma de decirlo porque llego luego de una estancia en París becado por Obregón y terminada la Revolución, lo llevo a dejar un lado la mota y pontificar sobre lo que si es o no es mexicano.
También a los poetas contemporáneos, el grupo sin grupo o también conocidos como los descastados, por no afiliarse a la moda del nacionalismo estatal, le entrar con ahinco a la mota y otras drogas duras gracias a que algunos de ellos eran médicos. Salvador Novo relata el pazón que se dio en La estatua de sal, Elías Nandino en su biografia hace menciona sus aventuras psicotrópicas.
¿Cómo es posible que los contructores de la identidad nacional (Rivera y amigos) y de las instituciones culturales más importantes de México en el siglo XX ( Contemporáneos) con la música sinfónica, el teatro, la crítica literarua y cinematográfica, la traducción de poesía sean también aficcionados a Doña Juanita?
Gracias la doble moral capitalista, que dice: sobríos de día, borrachos de noche.
Por eso no es extraño que Paz de joven también haya fumado marihuana y que por ello se le permitiera escribir el prólogo del libro de Carlos Castaneda Las enseñanzas de Don Juan. en 1967. Nadie racional podria entender ese texto por más abstinencia, racionalidad y ciencia que le pusiera a su explicación.
Tambien los del Taller de la Gráfica Popular tenian su sección cannábica y no era para menos, siguiendo la gran tradicion estetica y cannabica de su maestro Posada.

Para inicios de los 60, en la Epoca de Oro del periodismo cultural, muchos escriotres fumaban marihuana, a escondidas, les daba temor que se supiera su aficción. Y el mismisimo Monsivás estaba viajando en el eclipse de 1970, de otra forma no hubiera podido entender nada de las movimientos sociales, politicos y economicos de la Década Prodigiosa. Aunque despues ya no le hizo, proque fue llamado Mr. Memory y como sabemos la mota disminuye la memoria reciente.
A quien si no le dio pena decir que fumaban marihuana fue a los reprsentantes de la efímer, fugaz y comercial literatura de la Onda, José Agustín, Parménides García y Gustavo Sainz.
También los miembros jovenes de la Camada maldita, Alejandro Ariceaga, Huberto Musaccio, Jose Luis Martinez, aparte de los viejos.
Y a los que no les dio tampoco miedo manifestar su gusto por la marihuana fue a los poetas irreverentes del establishment literario, los infrarrealista Mario Santiago Papasquiaru, Roberto Bolaño, Cuahtémoc Mendez, etc.
Y ahora, tambien los de la Generacion del Crack, la generacion de enterradores de Carlos Fuentes, casi todos han consumido cannabis y esto no les ha impedido escribir sus novelas, ganar sus becas, dar clases en México y en EU, hacer peliculas ni nada, hasta dirigir la politica cultural en estos gobiernos de derecha que solo hacen mal las cosas no por ignorancia sino por que no saben nada.

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