miércoles, 13 de noviembre de 2013

La marihuana en la República de las Letras (Avance de investigación)


 

Ofrecemos el avance de investigación La marihuana en la República de las  Letras, que presente en el X Encuentro de Escritores en Azcapotzalco en abril pasado, organizado por los encargados de Bibliotecas públicas. Lo hice en este encuentro porque tres años atrás ahí también presente la cronología socio-cultural de la historia de la marihuana en México que derivo en el libro La disipada historia de la marihuana en México 1492-2010, publicado por Eterno Femenino Ediciones.
Luego de mi presentación algunas poetas bienintencionadas comentaron al público que en su opinión  ellas para escribir no se metían nada, les aclare que mi investigación no es alentar el consumo de marihuana para pretender ser poeta o escritor, sino que rescato lo que muchos escritores y poetas mexicanos han escrito de la marihuana y que si eso ellas lo desconocían, que no habían leído a estos muchos autores, pues ese era su problema, confunden la gimnasia con la magnesia.
Además ya basta de tanta moralina literaria contra la marihuana, los vicios que tiene la Cámara de Diputados son los mismos que se tienen y viven en la República de las Letras, la cannabis es algo que está en el folclor mexicano nadie lo puede ocultar, más si negar con prejuicios trasnochados y reaccionarios.


Lo curioso no es cómo se escribe la Historia, sino cómo se borra.
—Wilhelm von Humbold

La marihuana en la República de las letras

Encuentro de Escritores, Azcapotzalco  2013.


Juan Pablo García Vallejo, director de la Gaceta Cannábica

 La percepción hacia la marihuana cambio radicalmente desde los albores del México independiente, con un Estado secular y laico, pero también muy pobre y débil políticamente, pues el consumo ya no será considerado una cuestión de idolatría sino se le da un tratamiento más secular conforme de este naciente orden social y legal como una mala costumbre de léperos, como un rasgo de su folclor popular y después en la segunda mitad será considerado  una disipación para la naciente clase media urbana ilustrada.

México importara modelos extranjeros para rehacer el  destino político y el abandono de las culturas ancestrales.

Esto se da por la importación de las ideologías del primer mundo como modelos de civilización y el abandono de las culturas ancestrales consideradas como atrasadas.

La marihuana será casi desterrada de la vida social como consecuencias del debate entre civilización y barbarie, que tuvo como trasfondo el nacimiento de un nuevo país, buscar nuevos derroteros para distanciarse del estancamiento colonial, de todas formas es un debate cultural que domino a la literatura de la sociedad decimonónica.

De este ambiente de pobreza urbana, será el escenario de una nueva percepción social del cannabis con el uso recreativo que le dan los léperos, sacando la marihuana del restringido espacio ritual y medicinal, desacralizándola para salir a la calle. Adelantándose inconscientemente a la secularización de las drogas por el capitalismo industrial. La masa de desheredados que tienen como única forma de venganza social adquirir costumbres distintas a las adoptadas y promovidas por sus explotadores.

Aunque este folclor va a ser opacado por las anhelos apremiantes de progreso y civilización que reclama el nuevo país, que será completamente anti-indígena y profundamente racista. Así que la marihuana como elemento fundamental del folclor popular se sigue considerando una mala costumbre. Y un hábito que pronto adquirieron nuevos actores sociales como los catrines.

Porque con ella se inicia la etapa pública de su consumo cuando sale a la calle pero no ya con los léperos viciosos y pecadores de la inmóvil y petrificada sociedad novohispana, sino con los catrines. Mientras que el lépero no tiene nada, el catrín tampoco pero participa buscando su beneficio inmediato muchas veces cae en la desgracia total.

La presencia del cannabis en la literatura mexicana se registra desde los inicios de ésta en la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi, Vida de Don Catrín de la Fachenda, personaje que viste camisa de cáñamo, ropa de pobre, hecha por artesanos pobres, como señalamos al inicio.

El casero va a cobrarle la renta a Don Catrín, que esta planchando su ropa y se encuentra desnudo, le dice:
 
“¿Con que a un caballero como se juzga por ladrón, porque se ve desnudo, sin advertir que esta camisa es de estopilla y los calzoncillos de Bretaña superfina géneros que no se visten los ladrones, a los menos los rateros?”
 
La estopilla según una de las investigadoras del Club de viudas de Lizardi, Rosa María Palazón,

 “parte más fina que la estopa que queda en el rastrillo al pasar por él una segunda vez el cáñamo”.

Es el México de la desigualdad social. Y de la exclusión de los pobres de la vida social y política. La segregación urbana es una consecuencia de la colonización novohispana, hay una ciudad para españoles y otra para mestizos y léperos, que vivían en la exclusión total. Luego por los catrines que se introducen en otros ambientes sociales, el ejército, cafés, escuelas artesanales, la cárcel, como lo muestra la vida de Don Catrín.

Después con los poetas románticos y modernistas, que serán la correa de transmisión entre la baja cultura y la alta cultura, para estos será una nueva experiencia cultural de iniciación estética.

 Luego será con las gentes que saben escribir, los novelistas costumbristas y realistas  donde el cannabis entra plenamente a la República de las letras, en este proceso se vuelve al consumidor anónimo y popular, en un sujeto público, con identidad propia, porque lo hacen figuras públicas, escritores, poetas, los héroes de la civilización no los anónimos léperos de décadas anteriores, o los catrines de décadas atrás.

Y en el último tercio del siglo XIX, es con los poetas románticos y modernistas que el cáñamo cambiara notablemente su uso, una nueva experiencia cultural para otro tipo de consumidores y se inscribirá como un misterio de iniciación artística entre los miembros de la República de las Letras. Es un espacio para la experimentación como antesala de la angustia existencial de la modernidad.

El poeta es un inadaptado de la civilización capitalista, profesión estigmatizada por la penuria y la miseria frente a los espejismos consumistas del capitalismo industrial, su cultura de sobriedad, la negación del placer, lealtad a la familia y el trabajo duro.

El contexto económico es de progreso y el político de colonización pues lo pernicioso de esta Dictadura está en la filosofía que decide adoptar e implantar en México, como lo explica de forma extraordinaria y sintética Arqueles Vela:

 
“La filosofía de la Dictadura se fundamenta en los conceptos de la selección natural; en teorías científicas contrarias al verdadero humanismo: el hombre fuerza creadora decisiva en los hechos de la cultura.

Se orienta hacia una sociología que desconoce el valor específico de los factores étnicos, en los formas de vida sociales; y proclama la superioridad de razas determinadas, evaluando al indio y al mestizo mexicano como productos inferiores del azar histórico”. (  )


En el último tercio del siglo XIX, se produce otro cambio radical en la percepción y consumo de la marihuana cuando por el influjo del hechizo francés, divulgado por la obra de Charles Baudelaire Los paraísos artifíciales (1864), los poetas románticos  mexicanos imitando a los poetas franceses que utilizan el hashish, resina de marihuana, como un estimulante de la iniciación artística y convierten a la prostituta en su musa y al burdel en su templo.

Este hábito de consumir marihuana con fines estéticos comienza con el poeta romántico Manuel M. Flores (1840-1885) y que muere de sífilis, según Carlos Monsiváis, en su diario Rosas caídas (publicada en 1953) menciona como consumía marihuana en Querétaro, según nos informo Jorge García Robles. De este burdel mítico hablara su joven epígono José Juan Tablada en El caballero de la Hierbabuena. Es la primera figura pública que reconoce su consumo.

En 1894, termina la publicación de la revista Renacimiento y con ella la segunda generación de poetas románticos. Comienza una nueva escuela literaria con los poetas modernistas y decadentistas.

Y serán ellos los que crean una nueva percepción del consumo de sustancias psicoactivas.

La experiencia cultural del consumo de marihuana se volverá una moda, algo para estar al día, y no ya un elemento intrínseco de los léperos, los soldados y demás personajes de la contracultura urbana, de proscritos sociales, entre los jóvenes escritores reunidos en la nueva generación llamada modernistas.

La marihuana se convierte en una “obsesión” en José Juan Tablada (1871-1945) a tal grado que es internado en el Hospital de San Hipólito, en 1895, experiencia que le hace escribir un artículo titulado Epidemia baudeleriana, donde advierte a sus colegas poetas decadentistas y a la vez a la sociedad mexicana sobre el peligro del consumo excesivo de las drogas.

Es más conocido su poema El Caballero de la Hierbabuena, y más desconocido su novela del “viaje con marihuana” del joven Nebrija en La resurrección de los ídolos (1924), escrita en Nueva York y la segunda parte de sus memorias Las sombras largas, que será publicada hasta 1988.

 
“El simple hecho de que Baudelaire hubiera llamado a alcoholes, drogas, estupefacientes: “Los paraísos artificiales”;  iluminó los vulgares tabernas con esplendores de apoteosis luciferiana y los transformó, a nuestros ojos, en templos para la misteriosa iniciación artística”.

En esta según Serrato Córdova “desarrolla una muy humorística disertación de los usos de la marihuana en la cultura nacional”.

Esto marca un cambio social del consumidor del anónimo lépero, catrín, o el trasgresor de la ley a un hombre ilustrado, que las usa sin su atractivo demoniaco pero sí exótico, que el capitalismo presenta como medicamentos milagrosos y como objetos de placer, de lo que se derivara su uno con fines estéticos, como un rasgo del oficio de escritor en la sociedad finisecular de la Belle Epoque.

La elite porfirista y la clase media urbana imitan y comparten la vida bohemia europea, (vida desordenada, libre, creadora y anárquica) la socialización de la cultura nocturna con la aparición de la luz eléctrica crea la geografía de lo prohibido: adulterio, prostitución y su gran mercado para proteger a las esposas y a las hijas, caer en la prostitución es una amenaza real para cualquier mujer, el amor prohibido, exceso de frenesí.  Lo que iba contra el conjunto de valores tradicionales o más simplemente la decencia Y continúa la tolerancia social del consumo de marihuana en los bajos fondos de la sociedad, es decir, es de forma más extensa el consumo en diversas comunidades cerradas y marginales de los cuarteles de soldados, las prisiones, las prostitutas, los artesanos y pepenadores. El contrabando de marihuana será auspiciado por autoridades castrenses y penales por los beneficios económicos que les deja.

Esto es importante porque siempre me preguntaba como fue el paso del consumo recreativo popular a las elites. Es uno de los aspectos de la descolonización de las sociedades. Hasta que entendí que los letrados son la correa de trasmisión entre la baja cultura y la alta cultura. Como sucedió con el interés de los jesuitas en escribir del uso medicinal de la marihuana siglo y medio atrás, para disminuir las supersticiones que ocasionaban persecución social y estigmatización negativa de una práctica asimilada a la cultura mexicana mestiza.

Esto para mí fue novedoso porque me explicaba de una parte una forma de percepción social tolerante del consumo de drogas es compartida por dos sectores sociales distintos porque frecuentan los mismos lugares en los bajos fondos, una como recreación epidémica entre los léperos y otro de forma endémica, nueva, de iniciación artística; y por otra parte es un cambio en la percepción social del consumidor, de los consumidores anónimo potencialmente criminal pasa a las elites profesionales y sus paraísos artificiales, un eufemismo para las plantas de poder que consume la sociedad mestiza. Cambia su consumo social y cambia su percepción social, son un nuevo placer de la civilización, de la modernidad.

Se desacraliza el uso ritual-medicinal, folclórico-religioso, de ambiente rural, pero al mismo tiempo se ritualizan en la creatividad de la cultura popular en la sociedad urbana.

Una de las consecuencias públicas que va a ocasionar este cambio radical de usuarios –de los léperos anónimos y catrines ociosos, a los letrados de prestigio social, futuras figuras públicas del Parnaso Literario- , además de describir claramente la búsqueda del placer, planear las sensaciones, el ascenso social del consumo de marihuana es la aparición del tabú moral de la sociedad burguesa porfirista sobre las drogas y que se mantiene todo el siglo XX.

Pues en la opinión de la elite gobernante  -de México y de otros países europeos- no era concebible que los hombres de la civilización, los letrados que saben leer y escribir, los hijos de la democracia, el progreso se perdieran en los paraísos artificiales y no buscaran una auténtica liberación a través del trabajo y la educación.

Como lo describe José Emilio Pacheco:

 
Al centro de una prosperidad cada vez más insultante para la privación de las mayorías surge en México un grupo de escritores hastiados por el supuesto progreso, ávidos de vivir como sus semejantes de otras sociedades. Ya que casi todos los objetos que rodeaban su vida cotidiana eran franceses, fatalmente quisieron escribir como se escribía en Francia, y probarlo todo para expresarlo todo. Ni las drogas ni el pensamiento mágico (de la necromancía a la astrología) dieron talento a las mediocridades ni estorbaron el desarrollo de los auténticos escritores.

 
Los escritores modernistas serán los primeros parisinos nacidos en México, expresan el debate cultural de la cuestión social en el campo de la literatura entre nacionalismo y artepurismo, la primera ruptura estética de los nuevos valores contra las viejos valores académicos o institucionales. Una propuesta estética que termina siendo una revolución literaria de largo alcance. Dentro de esta su experiencia con los estimulantes, los paraísos artificiales, que José Emilio Pacheco trata solo someramente. Encerrando más inexplicablemente el hechizo francés del que hablaremos más adelante, porque se niega a revelar el gran misterio de esta influencia literaria y psicoactiva. Es la segunda simbiosis de la literatura y las drogas, la primera fue con los códices prehispánicos y poscortesianos sobre cientos de miles de plantas medicinales.

Una nueva generación de jóvenes que harán del oficio de escritor un empleo remunerado. Estos jóvenes escribían en periódicos mexicanos, visitaban cafés del centro histórico, vivían en Paris sin estar en París. Francia y su capital Francia, la Ciudad Luz, es el modelo cultural a seguir por los escritores mexicanos. Dejar las armas por las letras, la aristocracia militar y la aristocracia del espíritu o aristocracia en harapos.

 
De acuerdo con sus recursos y preferencias los modernistas viven la bohemia en burdeles y cantinas (el alcoholismo extingue a Couto Castillo a los veintiún años) o bien en los paraísos artificiales, predilecto de la jeunesse doreé que se reúne en el “Boulevard”, la “Zona Rosa”  de entonces: las calles de San Francisco y Plateros, entre el Jockey Club y el Palacio de Iturbide convertido en Hotel.

Es la primera generación de jóvenes cosmopolitas, que van a vivir experiencias generacionales que otras generaciones desconocían. Es un escenario inédito hasta entonces donde se mescla lo moderno, el modernismo y la modernidad.

 
Lo moderno como oposición a la tradición. El modernismo como la apuesta del cambio estético. La modernidad como la clave del progreso material de las sociedades.

 
El modernismo sigue las ideas del arte por el arte. Que sea reducido a la imagen del escritor o artista en su torre de marfil, pero el poeta no es un individuo aislado solo que prefiere crear su mundo en vez de seguir los convencionalismos sociales represivos, paternalistas y autoritarios. Estos jóvenes crean a su gusto un medio social francés en México que tiene como principal protagonista al poeta-periodista, que vive de escribir crónicas:

 
No debe olvidarse que el género señero finisecular fue la crónica, porque su ambigüedad le permitió al poeta de finales del siglo XIX, enfrentarse, por una parte, a la profesionalización del escritor que hizo del periodismo su modus vivendi y, por la otra, defender un espacio parta la creación literaria en los diarios; así la crónica dio resolución artística a las tensiones tanto internas como externas dl poeta-periodista.

 
Profesionalizar el periodismo está muy bien, defender un lugar para la literatura en el periodismo también está muy bien, aunque siempre se tienen consecuencias desafortunadas al inicio cuando se conoce la censura pero afortunadas al fin de cuentas porque sirve de impulso a la creatividad cultural.

Los jóvenes periodistas Federico Gamboa (1864-1939) –El pájaro, lo llaman sus amigos- y José Juan Tablada (1871-1945)  infant terrible de la poesía-  serán de los primeros periodistas profesionales y pioneros también en considerar la diplomacia como una beca para consolidar las ambiciones literarias y tener tiempo para escribir. Su etapa de aprendizaje la hacen en el periodismo, pero que en el oficio de escritores necesitaban madurar con empresas de gran aliento. Escribir novelas y vivir de ellas, es la meta del escritor. En el escenario cultural se consigue el éxito si se tiene un mecenas, si se aprende a vivir la vida bohemia, con sus riesgos y placeres, y enfrentar el mercado creciente de periódicos y revistas. Estos periodistas querían tiempo para escribir, un lujo, del que pocos gozaban.

La escritura ya no es un monopolio de religiosos sino un campo para muchas actividades como el periodismo, la poesía y la novela, en la ciencia con la farmacia y la antropología criminalística de gran impacto en ese tiempo, etc. Y en todos ellos se va hablar de las drogas.

Por su conocimiento de idiomas y amplia cultura les posibilitaba a estos jóvenes ambiciosos entrar en el mundo de la diplomacia (“la carrera dorada y artificial”) y así cumplir el sueño burgués del Gran Tour, salir al extranjero, ser cosmopolita (Gamboa ira a Estados Unidos),

De regreso a México Gamboa hace vida bohemia, que le servirá para escribir sus obras literarias como Impresiones y recuerdos (1882), una que autobiografía, desafiaba las buenas costumbres, por develar la vida secreta de los capitalinos, la trastienda de la dictadura porfirista.

 
Los salones literarios en los que el alcohol corría a cascadas, los reservados de los restaurantes en los que se prodigaban caricias ilícitas, los establecimientos de mala nota en los que el sexo reclamaba sus derechos definían en sus páginas las coordenadas de una existencia bohemia de la que el escritor, con tradicional cinismo artístico, decía arrepentirse.

 
Es importante señalar que los salones literarios o tertulias tienen una presencia importante en la vida cultural y social de México, fue ahí donde se hicieron las primeras conspiraciones criollas y que recuperan las distintas generaciones de escritores en el siglo XIX, pero que son el caldo de cultivo para la formación de la opinión pública, de una opinión distinta a la del Estado.

Y también que la conducta crapulosa, como dice Álvaro Uribe, de Gamboa al frecuentar la vida bohemia 1884-1887 que lo aleja del presupuesto porfirista, a la primera oportunidad que tiene se retira de la vida bohemia por la seguridad diplomática.

En 1892, visita por primera vez  México el poeta español Ramón del Valle-Inclán, donde se hace consumidor de marihuana. Huyendo del destino profesional que le habían deparado sus padres viene a México e ingresa al ejército como soldado raso durante un año, luego estudia. Conoce la marihuana

Federico Gamboa escribe otra novela aprovechando sus conocimientos de abogacía, Suprema ley (1896), donde trata el consumo entre los reos de Belem. Uno de los sueños de Gamboa es convertirse en un gran escritor, vivir de sus libros.

En México se vive la Era de los excesos, sólo para una minoría privilegiada de joven libertinos frente a su consumo extendido en otras minorías más numerosas como ya señalamos arriba.

La influencia francesa no solo estaba en el positivismo de la elite porfirista y en la educación sino también en el consumo de  drogas. Lo que se llama el hechizo francés nos es revelado por uno de sus principales protagonistas en la primera parte de las memorias del entonces joven decadentista Juan José Tablada, La feria de la vida (1937), él es considerado “el más baudeleriano de los poetas”, en este texto por primera vez en la historia de las drogas en México que los consumidores de drogas toman la palabra en la sociedad amordazada para hablar de los misterios ocultos o hechizos secretos de los paraísos artificiales y de sus riesgos para los poetas mexicanos.

 
La influencia de lo que en el poeta Baudelaire hay de morboso, fue para la juventud de mi generación el verdadero “Mal de Galias”.

Incapaces de discernir el artificio en la descarriada moral del gran poeta, fuimos más sinceros que él y desastrosamente intentamos normar no sólo nuestra vida literaria, sino también la íntima, por sus máximas disolventes creyendo así asegurar la excelencia de nuestra obra de literatos. (…)

 “El simple hecho de que Baudelaire hubiera llamado a alcoholes, drogas y estupefacientes: “Los paraísos artificiales” iluminó los vulgares tabernas con esplendores de apoteosis luciferiana y las transformó, a nuestros ojos, en templos para la misteriosa iniciación artística”.

 
Entre uno de los resultados desastrosos está el ingreso de Tablada al Manicomio del Hospital de San Hipólito, en 1895, luego de su convalecencia escribe el texto de la alerta sobre la epidemia baudeleriana que seduce a su generación con el hashish, ajenjo y marihuana, pero también para advertir a muchos otros escritores y profesionistas. Es una alarma social desde la cultura para prevenir el exceso de drogas estimulantes en la sociedad moderna.

Tablada advierte sobre el extravió en que incurrieron sus compañeros de tertulia como Atenor Lazcano, Bernardo Couto (1880-1901), el Rimbaud mexicano, considerando el consumo excesivo una experiencia desastrosa. A las tertulias poéticas de Tablada para hacer la Revista Moderna –con ayuda del mecenas Jesús E. Valenzuela-- asistirán Couto Castillo, Alberto Leduc, Francisco Olaguibel, Lazcano, Duque Juan, Balbino Dávalos, de estos dice que “aquella juventud era sabia, entusiasta y cultísima.”  Algunos se perdieron en los laberintos misteriosos de los países artificiales. (En la segunda parte de sus memorias, Las sombras largas (1993), Tablada escribe sobre los usos de la marihuana en la cultura nacional, y vuelve hacer su llamado de alerta para prevenir a la población el consumo excesivo). Couto antes de morir escribe en la Revista Moderna contra los resultados desastrosos de llevar una vida bohemia.

 
Atenor Lazcano escribe en la Revista Moderna:

 
“¡Oh, Señor! Vierte hatchis que anonade y aduerma

en mi cráneo sin luz. Mi razón está enferma,

Haz, Señor, que me duerma.

Vierte en mí los vapores del sopor, el amargo

licor que me aniquile; llegue mi alma a un letargo

muy callado…muy largo…”.

 
José Juan Tablada es el joven poeta establece una claro parte aguas en el consumo de drogas en la sociedad mexicana decimonónica. Porque al contrario de sus modelos franceses, el Club de los Hashishins, que imitan no son viejos quienes las consumen sino jóvenes veinteañeros, con esto no sólo se visibiliza el ascenso social del consumo sino que se acceda reconocimiento social de las nuevas experiencias sensoriales presentadas por la modernidad como realidades socialmente deseables, además de advertir de los riesgos de su consumo excesivo y recomendar mejor mantenerlo dentro de límites naturales, que sea moderado. Las drogas como símbolo del progreso y la vida moderna se presentan como un consumo deseable, pero también amenazante.

En El Caballero de la yerbabuena, Tablada escribe.

 
El erudito habla del pasado

Y la chica loca-de-su-cuerpo…, del futuro.

 

Un beluario de peces de colores

Ansía gozar del instante

De azogue que le escurre entre las manos

 

En la mas sincopada de las rumbas

préndeme tu vacuna, oh mariguana,

universalizando el incidente.


Pero por otra parte es un rostro de la doble moral porfiriana: sobrios de día, borrachos de noche, gracias a la revolución de la luz eléctrica. A Tablada se le perseguirá en 1898, por publicar un poema erótico Misa Negra, que ofende a la esposa de Porfirio Díaz, por hablar del la sexualidad sin matrimonio, sin procreación, solo por placer. Este descontento al poeta le parecía ridícula la doble moral de un gobierno que tolera garitos y prostíbulos en el centro de la ciudad.

En 1903, el escritor y diplomático porfirista Federico Gamboa publica Santa, en Barcelona, una novela costumbrista sobre una prostituta, una figura social primordial de la marginalidad social decimonónica. Los novelistas que están en el poder escriben de seres marginales a la sociedad porfirista,

Santa de Gamboa a pesar de conocer ser víctima de la injusticia y de la discriminación conoce todos los vicios y los ambientes sociales, consume marihuana medicinalmente. Es el primer best seller de la literatura mexicana y sirve de inspiración de la primera película del cine nacional. Su autor decía que era un hombre decente que vivía de una mujer pérdida.

Una novela costumbrista que reflejaba la realidad social, nada menos que la existencia de 10 mil prostitutas en la ciudad de México, las prostitutas son acusadas de disolución social antes que mujeres explotadas económicamente. Santa será catalogada como novela epicúrea, que exaltaba el placer sin matrimonio y sin hijos, mientras que sus enemigos la consideraban una novela pornográfica, pues develaba todo el mundo del burdel, los misterios de la carne. Algunos lo consideran el cronista de la lujuria decimonónica.

Aunque no se mencionada específicamente se entiende que es una “yerba milagrosa” como la que le proporciona Hipólito, el pianista ciego, a Santa, icono de la geografía de la prohibición (sexualidad comercial extramarital, deseo de muerte, enfermedades incurables), ya en su etapa de crisis de cáncer.

Además no es ocioso decir que el consumo de marihuana era una de las “exigencias del oficio” de prostituta y que Santa con este destino fatal que había decidido llevar le había ayudado a traspasar “todas las prohibiciones” y conocido todos los ambientes sociales, desde la clase alta y su doble moral burguesa hasta los bajos fondos donde abundan los personajes excluidos de la sociedad, ambiente en el que ella  murió.

Cuando investigaba para este ensayo encontrar un ejemplar de Santa, editado por Editores Mexicanos Unidos en 2002, pero me llamó la atención que tiene muchas partes censuradas, algo innecesario pero muy perjudicial para la cultura mexicana.

Se publican dos novelas costumbristas donde aparece el vicio y sus consumidores, como en Claudio Oronoz (1906), de Rubén M. Campos, presenta a un joven libertino decadentista que consume drogas y busca la muerte;  mientras que Carlos González Peña, miembro de generación de los siete sabios, publica La Chiquilla (1907), donde habla de un vicioso. Es novela demasiado precoz para un joven de veintiún años, tratando problemas de adultos por eso no habla abiertamente de las drogas.

Creemos que en estas obras la marihuana solo es un elemento incidental de la novela realista decimonónica, por decir lo menos, distinto a su tratamiento folclórico siempre identificado con raíces indígenas, lo trascendental, pero como también se descalifica por considerarlo bárbaro y salvaje. Y por tanto, incivilizado, a quien hay que educar a toda costa en el modelo occidental de sociedad.

La negación del pasado indígena lleva obligadamente a los positivistas a imponer políticas paternalistas basadas en modelos extranjeros.  Con ello se infantiliza a la sociedad para que acepte políticas de salud autoritarias del Estado, que a la vez, solo recupera la visión folclórica indígena para lustre político como se verá más adelante.

En 1908 en el periódico El Popular se denuncia el consumo epidémico entre los soldados y  ocasiona una epidemia de pánico moral, se pide una acción severa de la autoridad.

Mientras que Porfirio Barba Jacob, un joven colombiano en Monterrey, en 1906, conoce la marihuana, escribe un poema del orgullo marihuanero, en una edición de la Universidad de Veracruz se señala que lo escribió en el año de 1921:



Balada de la Loca Alegría



Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-

mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-

soy un perdido -soy un marihuano-

 

a beber -a danzar al son de mi canción...

La noche es bella en su embriaguez de mieles,
la tierra es grata en su cendal de brumas;
vivir es dulce, con dulzor de trinos;
canta el amor, espigan los donceles,
se puebla el mundo, se urden los destinos...

 
Es necesario subrayar que Barba Jacob no le importaba el qué dirán, que siempre está presente como fantasma represivo en el imaginario social mexicano. 

De este escritor nos dice Enzo Maqueira:
 

El escritor colombiano Porfirio Barba Jacob (1883-1942) fumó por primera vez marihuana en México, una noche en la cual un diluvio causó más de seis mil víctimas. Jacob era periodista y tuvo que cubrir la catástrofe. De aquella primera experiencia relató: ‘Yo celebré mis nupcias con la Dama de Cabellos Ardientes. Fue una noche de tormenta horrísona cuando la ciudad se había inundado hacia los barrios obreros y seis mil cadáveres pregonaban la inocencia de la catástrofe...’. Barba Jacob es uno de los escritores latinoamericanos que más interés demostró por la marihuana, presente en sus poemas "La balada de la alegría", "La dama de los Cabellos Ardientes", "En la Muerte del poeta" y "Acuarimantima". En 1921, mientras era director de la Biblioteca Pública de Guadalajara, en México, recibió la visita del español Ramón del Valle Inclán. En la biografía que escribió el escritor colombiano Fernando Vallejo, se dan algunos detalles de este encuentro. "De esta visita dieron cuenta los periódicos; de lo que no la dieron fue de que el poeta y su ilustre huésped allí estuvieron fumando marihuana".

 
Otro poeta  que escribió sobe la marihuana fue el poeta nicaraguense Rubén Darío, un cuento fantástico en tiempos d ela revolución y donde uno de los personajes, un sacerdote, bebe alcohol y fuma tabaco con marihuana:

 
“Escogímos para descansar un escampado bajo un gran ahuehuete.

-De más decir que yo no podía dormir. Yo había terminado mi tabaco y pedí a Reguera.

-Tengo, me dijo, pero con mariguana.

Acepté, pero con miedo, pues conozco los efectos de esa yerba embrujadora, y me puse a fumar. Enseguida el cura roncaba y yo no podía dormir”.

 
En 1920 se publica un estudio folclórico de la marihuana donde se reproducen dos corridos:

 

Ay (ahí) viene el diablo mayor

con sus veinticinco hermanos

y dice que se va a llevar

a todos los marihuanos

***

Por aquí pasaba tuf-tuf (aspirando)

la marihuanita

se las aventaba

con doña Juanita (la marihuana)

***

Este es un grifo (cigarro)

que me estoy confeccionando

pa invitar a mis amigos.

 
Entre también está el poeta español Ramón Valle-Inclán en sus dos visitas a México a fines del siglo XIX y en 1921, por segunda vez  invitado por el Álvaro Obregón, para los festejos del Centenario de la consumación de la Independencia, pagándole 100 mil pesos por conferencia su visita le dan un paseo en ferrocarril. De regreso a España se lleva un sofá relleno de marihuana. En una entrevista declaro.

 
“-A mí México me parece un pueblo destinado a hacer cosas que maravillen. Tiene una capacidad que las gentes no saben admirar en toda su grandeza: la revolucionaria. Por ella avanzará y evolucionara. Por ella… y por el cáñamo índico, que le hace vivir una exaltación religiosa extraordinaria.

-¿Por el cáñamo índico?

-Por la hierba marihuana o cáñamo índico, que es lo que fuman los mexicanos. Así se explica ese desprecio a la muerte que les da un sobrehumano valor”.

 
Esta experiencia será recordada desprejuiciadamente por Alfonso Reyes  (1889-1959) cuarenta años después:

 
“--La marihuana -me decía don Ramón- me ahorra el trabajo de regresar a mi casa cuando salgo del café a las tres de la madrugada, porque simplemente ordeno: "Que se eche a andar la calle y que mi casa venga por mi", y mi casa se me va acercando como un barco”.


En estos años es tanta la popularidad de la mariguana que uno de sus consumidores convencidos, desde dos décadas atrás, José Juan Tablada, considerado, “el poeta representativo de la juventud”, escribe desde la ciudad de Nueva York la primera novela donde se trata los viajes de marihuana del joven Nebrija, La rebelión de los ídolos (1924).

            --- Pero, ¡usted ha fumado…marihuana? –preguntó la señora.

--- ¡Cómo no! –respondió el muchacho atolondrado, como se tratara de la cosa más natural del mundo

--- ¡Marihuana!....---exclamó el pintor, como hablando en sueños---. ¡Viaje a la Cuarta Dimensión! ¡Ventana del Hiperespacio! Para los cerebros fuertes y las conciencias sanas; pero para los cerebros débiles y las mentalidades  inferiores, desencadenamiento de las bestias internas,  asesinato, posesión diabólica… De todos modos… ¡aventura siniestra!

 
Todavía en esta novela se mantiene el debate entre razas, para fundamentar la explotación y dominación de la mayoría de la población.

Por otra parte, el titulo tiene un efecto de mediano alcance, en cierta medida, si fue una rebelión desde la literatura contra la imposición de la política prohibicionista y el nacionalismo revolucionario.

Aunque Tablada siempre fue porfirista, en esta novela da su opinión sobre lo que tiene que hacer México para encontrar su identidad nacional. Es el antecedente de la nueva generación de poetas que le da rostro a la rebelión desde la literatura. Se inspiro en La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

El consumo de marihuana aparecerá como cuestión folclórica y fugazmente en Los de abajo de Mariano Azuela en 1924, y de la institucionalización de la novela de la revolución mexicana. Desconocía este dato pues me domino desde un inicio la escrita por Urquizo, pero tampoco nadie había señalado esto.

Pero además de estos avances de la presencia de la marihuana en la sociedad mexicana pos revolucionaria, esta se integrara a la identidad cultural de los llamados snobs –pintores, poetas, músicos, etc.- es la entrada en el espacio público de la nueva clase media urbana que no participo en la Revolución mexicana pero que fueron afectados por ésta y atraídos por nuevas sensaciones experimentan con marihuana y cuanto exceso puedan gozar, en el centro de la ciudad de México.

Es el momento de redefinición de México, la revolución descubrió a México como un mosaico diverso de culturas pero que es necesario homogenizar, dar unidad nacional, por razones políticas, por lo cual los pos revolucionarios negaron esta diversidad cultural y eligen imponer un sólo discurso coercitivo para todo y para decir lo que sí es y lo que no es lo “auténticamente mexicano”.

Este convencimiento colectivo obligado ya no será a través de las armas sino de la educación, de las artes y las letras, que emprende el mesiánico José Vasconcelos, Secretario de Educación Pública, sin necesidad de recuperar el pasado indígena y prefiere apostar todo al futuro, crear todo aparentemente de nuevo.

Este emprende un Renacimiento cultural, se ayuda del movimiento muralistas encabezados por Diego Rivera. En estos días tiene lugar la asamblea mítica de estos artistas plásticos para descriminalizar el comercio de marihuana. Rivera creía erróneamente, con sus compañeros artistas, que la marihuana era una herencia directa de los toltecas.

Pero mientras exaltaba el supuesto origen precolombino de la marihuana, cosa que no es cierta, se daba tiempo para criticar a los positivistas pinta al poeta y diplomático porfirista  José Juan Tablada en un mural del Palacio Nacional con ojeras violetas por el consumo de marihuana.

Los muralistas consumieron marihuana de forma limitada consiguiendo resultados desafortunados, diferentes a los que esperaban. Siqueiros tiene un accidente cuando pinta el mural Dioses caídos, estos pintores dejaron el consumo porque según ellos la marihuana ya les había dado lo que tenía.

Y mejor se dedicaron a inventar la identidad nacional, llevando las figuras populares del obrero, el campesino y el indígena a los dominios de la retórica estatal, con el nacionalismo revolucionario, todo parecía emanar de la Revolución y todo volvía a ella. Es la imposición de una doctrina ideológica como ortodoxia social, con una serie de esquemas preconcebidos. Se pasa de la gran familia mexicana (indígena, campesino, obrero, soldado, charro, china poblana, lépero) a la familia revolucionaria (el presidente y los tres sectores)

La rebelión literaria contra el México inventado la hará un grupo también apoyado y a la vez atacado por su mecenas Vasconcelos, los futuros poetas contemporáneos, Xavier Villaurrutia (1903-1950) y Salvador Novo (1904-1974), y que en su práctica de la cultura de las azoteas por ellos inventada tuvieron experiencias de consumo de marihuana. Estos jóvenes expresan una disidencia cultural, (al viaje en el cuarto que vivían diariamente como poetas al leer, escribir y traducir autores extranjeros, añaden el amor prohibido y el viaje psicoactivo).

El consumo de marihuana en ellos tiene mejores resultados que los conseguidos por el grupo de los muralistas anteriormente mencionados. Y con ello lograron una revolución literaria a fines de los 1930, alejada del nacionalismo revolucionario. Como ya la habían hecho sus predecesores modernistas en 1890, en plena vida bohemia de la Belle Epoque porfiriana.

La literatura de los Contemporáneos es la lucha de clases como lucha de clases literarias, lo nuevo frente a lo viejo, la experimentación de nuevas percepciones y nuevas sensaciones por realidades impuestas desde el poder, desde la ortodoxia político-ideológica.

Vemos aquí de nuevo el debate entre nacionalismo y cosmopolitismo, de medio siglo atrás (positivistas vs modernistas), de un siglo atrás civilización vs barbarie (criollos conservadores y mestizos insurgentes). A diferencia de los dos primeros debates ganados por los letrados, ayudados siempre por los vientos alisios de la modernidad, el de los criollos con la independencia limitada y endeudada, la revolución de petit comité de la bohemia porfiriana de la paz, progreso y tiranía que frecuentan los mismos lugares que los personajes de los bajos fondos; en este debate ganan relativamente y parcialmente los ortodoxos del poder autoritario, (siempre cuesta más desorganizar que organizar) oponiendo a una propuesta cultural, original, novedosa, atrevida, toda una serie de instrumentos  de consumo de masas pero guiados por esquemas preestablecidos.

Villaurrutia  es epígono de Manuel M. Flores, que inauguro el consumo de marihuana en la República de las Letras decimonónica, que continuo la tradición con los jóvenes decadentistas, con los Contemporáneos se va a consolidar su presencia literaria como ya mencionamos anteriormente.

A esta generación de Contemporáneos tener conciencia del desarraigo, no habían participado en la Revolución mexicana pero que proceden de familias que la revolución empobreció, y de rechazar la imposición del nacionalismo revolucionario les costó la etiqueta hacer literatura afeminada, burguesa y extranjerizante. De esto mismo habían sido acusados los poetas decadentistas cinco décadas atrás. Pero las novelas de los Contemporáneos son ejemplos de novela moderna que no necesitan la etiqueta nacionalista de novela de la Revolución mexicana como paradigma hegemónico de la escritura y la aceptación de ésta como obra literaria por la cultura nacional. Con esto se quería decir que no se necesitaba copiar modelos extranjeros para escribir literatura en México.

Con este grupo se consigue una cierta autonomía de escritor frente al Estado, pero esto solo es aparente porque en el mundo literario los escritores jóvenes dependen de mecenas, como Antonieta Rivas Mercado y del apoyo institucional, el Parnaso de Salubridad, se les llamo también a este conjunto de jóvenes desarraigados e inconformes y en búsqueda de sí mismos en una sociedad que los marginaba o con la que no estaban de acuerdo.

A estos se suman el pintor Manuel Rodríguez Lozano, Antonio Guerrero, Agustín Lazo y el doctor Elías Nandino. Este escribe en sus memorias Juntando mis pasos (2000), lo que le dice a su mamá de la costumbre del periodista y poeta colombiano Porfirio Barba Jacob de fumar marihuana:

 
¿Pero por qué fuma esos cigarros tan apestosos? A lo que le conteste porque es muy pobre y fuma cigarros corrientes.

 
En este año, el gobierno de Calles hace una reforma legal al Código Penal, con esta “se vio al toxicómano ya no como delincuente, sino como enfermo que debía recibir tratamiento, y cuya readaptación social era posible.” Pero sigue dominando el enfoque punitivo.

Mariano Azuela publica un avance de su novela La luciérnaga (1932), titulado El grifo, en la revista Contemporáneos. Surge la polémica entre nacionalismo y cosmopolitismo, entre la novela tradicional que refleja la realidad y la novela moderna que es autónoma de la realidad.

Barba Jacob continua su campaña a favor de la marihuana, nos dice Enzo  Maqueira.

     En 1934, el periodista José Pérez Nuño entrevistó a Jacob en Tampico para el diario "La Tribuna" de México. Conociendo los escándalos que había provocado en muchos países por su consumo de marihuana, le preguntó qué sentía al fumar.


- Me siento un etcétera azul - respondió el colombiano.

 
En esta efervescencia de cultura popular, en 1937, aparece La feria de la vida, las memorias decimonónicas de José Juan Tablada, donde expone sus reflexiones de lo que significo para su generación la atracción de los misterios de los paraísos artificiales, señalado anteriormente. Para estos jóvenes ambiciosos y libertinos, las drogas, fueron atractivas y peligrosas.

 
“Las rosas de pastorela se convirtieron

en orquídeas venenosas”.


Esta voz de alerta sobre los riesgo del abuso en el consumo de drogas pasa desapercibida para toda la sociedad, que infantilizada por el Estado, vive presa del pánico moral que éste promociona en su combate de las drogas. Tiene poca repercusión el texto de Tablada porque para este tiempo es un poeta olvidado por el mundo cultural y político. Pero es importante tenerlo en cuenta porque Tablada está hablando de lo que él y sus amigos periodistas, poetas y artistas vivieron con las drogas hace más de 40 años.

La marihuana se consume en salones de baile, la lucha libre, su popularidad no disminuye.

El poeta francés Antonin Artaud visita México, consume marihuana que el consigue el joven escritor juchiteco Andrés Henestrosa, con una beca que le dio Vasconcelos. Mientras que el doctor Nandino le proporciona otras drogas, viaja a Chihuahua a conocer el peyote, con los tarahumaras, de regreso a la ciudad de México no se lleva bien con los Contemporáneos.

En 1937, el general Francisco L. Urquizo publica, Tropa vieja,  donde detalla el consumo de marihuana en el ejército, algo que será conocidísimo desde hacía un siglo.

En 1938, el Taller de Gráfica Popular cuenta con una sección cannábica, según Jesús Amaya.

Dialogo entre mexicanos en el Gran Tour de París, Antonieta Rivas Mercado y el doctor Raoul Fournier, que fue becario por méritos, junto con Leopoldo Salazar Viniegra en París.

 
“--- Oye, por cierto, ¿no has visto a Manuel Rodríguez Lozano?

--- No.

--- ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

--- Mira, te voy  a ser franco, lo vi en el Tout va Bien, que está en la esquina, en la calle de Augusto Comte y Boul’Mich, frente a la Sorbona. Había tenido una conversación con él, llevaba un cigarrito de marihuana, y al rato se presento Diego Rivera y estuvimos ahí los tres compartiendo el cigarrito y haciendo visiones. Esa fue la última vez que lo vi.”
 
En 1944 Diego Rivera para criticar a los positivistas pinta al poeta y diplomático porfirista  José Juan Tablada en un mural del Palacio Nacional con ojeras violetas por el consumo de marihuana.

A la muerte de Porfirio Barbaba Jacob el poeta de Cocula, doctor cirujano Elías Nandino (1903) era admirador de Barba Jacob, decía de este;

 
 “es mexicano por que el hombre no es donde nace, sino de donde se hace y de donde se muere. Aquí se hizo, aquí se amariguanó y aquí se murió, todo”.

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