Ofrecemos el avance de investigación
La marihuana en la República de las Letras, que presente en el X
Encuentro de Escritores en Azcapotzalco en abril pasado, organizado por los encargados de Bibliotecas públicas. Lo hice en este encuentro porque tres años atrás ahí también presente la cronología socio-cultural de la historia de la marihuana en México que derivo en el libro
La disipada historia de la marihuana en México 1492-2010, publicado por Eterno Femenino Ediciones.
Luego de mi presentación algunas poetas bienintencionadas comentaron al público que en su opinión ellas para escribir no se metían nada, les aclare que mi investigación no es alentar el consumo de marihuana para pretender ser poeta o escritor, sino que rescato lo que muchos escritores y poetas mexicanos han escrito de la marihuana y que si eso ellas lo desconocían, que no habían leído a estos muchos autores, pues ese era su problema, confunden la gimnasia con la magnesia.
Además ya basta de tanta moralina literaria contra la marihuana, los vicios que tiene la Cámara de Diputados son los mismos que se tienen y viven en la República de las Letras, la cannabis es algo que está en el folclor mexicano nadie lo puede ocultar, más si negar con prejuicios trasnochados y reaccionarios.
Lo curioso no es cómo
se escribe la Historia, sino cómo se borra.
—Wilhelm von Humbold
La marihuana en la República de
las letras
Encuentro de Escritores, Azcapotzalco
2013.
Juan Pablo García Vallejo, director de la Gaceta Cannábica
La percepción hacia la marihuana cambio radicalmente desde los albores
del México independiente, con un Estado secular y laico, pero también muy pobre
y débil políticamente, pues el consumo ya no será considerado una cuestión de
idolatría sino se le da un tratamiento más secular conforme de este naciente
orden social y legal como una mala costumbre de léperos, como un
rasgo de su folclor popular y después en la segunda mitad será considerado una disipación para la naciente clase media urbana
ilustrada.
México importara modelos extranjeros para rehacer el destino político y el abandono de las
culturas ancestrales.
Esto se da por la importación de las ideologías del primer mundo como
modelos de civilización y el abandono de las culturas ancestrales consideradas
como atrasadas.
La marihuana será casi desterrada de la vida social como consecuencias
del debate entre civilización y barbarie, que tuvo como trasfondo el nacimiento
de un nuevo país, buscar nuevos derroteros para distanciarse del estancamiento
colonial, de todas formas es un debate cultural que domino a la
literatura de la sociedad decimonónica.
De este ambiente de pobreza urbana, será el escenario de una nueva
percepción social del cannabis con el uso recreativo que le dan los léperos,
sacando la marihuana del restringido espacio ritual y medicinal,
desacralizándola para salir a la calle. Adelantándose inconscientemente a la
secularización de las drogas por el capitalismo industrial. La masa de
desheredados que tienen como única forma de venganza social adquirir costumbres
distintas a las adoptadas y promovidas por sus explotadores.
Aunque este folclor va a ser opacado por las anhelos apremiantes de
progreso y civilización que reclama el nuevo país, que será completamente
anti-indígena y profundamente racista. Así que la marihuana como elemento
fundamental del folclor popular se sigue considerando una mala costumbre. Y un
hábito que pronto adquirieron nuevos actores sociales como los catrines.
Porque con ella se inicia la etapa pública de su consumo cuando sale a
la calle pero no ya con los léperos viciosos y pecadores de la inmóvil y petrificada
sociedad novohispana, sino con los catrines.
Mientras que el lépero no tiene nada, el catrín tampoco pero participa
buscando su beneficio inmediato muchas veces cae en la desgracia total.
La presencia del cannabis en la literatura mexicana se registra desde
los inicios de ésta en la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi, Vida
de Don Catrín de la Fachenda, personaje que viste camisa de cáñamo,
ropa de pobre, hecha por artesanos pobres, como señalamos al inicio.
El casero va a cobrarle la renta a Don Catrín, que esta planchando su
ropa y se encuentra desnudo, le dice:
“¿Con
que a un caballero como se juzga por ladrón, porque se ve desnudo, sin advertir
que esta camisa es de estopilla y los calzoncillos de Bretaña superfina géneros
que no se visten los ladrones, a los menos los rateros?”
La estopilla según una de las investigadoras del Club de viudas de Lizardi,
Rosa María Palazón,
“parte
más fina que la estopa que queda en el rastrillo al pasar por él una segunda
vez el cáñamo”.
Es el México de la desigualdad social. Y de la exclusión de los pobres
de la vida social y política. La segregación urbana es una consecuencia de la
colonización novohispana, hay una ciudad para españoles y otra para mestizos y
léperos, que vivían en la exclusión total. Luego por los catrines que se
introducen en otros ambientes sociales, el ejército, cafés, escuelas
artesanales, la cárcel, como lo muestra la vida de Don Catrín.
Después con los poetas románticos y modernistas, que serán la correa de
transmisión entre la baja cultura y la alta cultura, para estos será una nueva
experiencia cultural de iniciación estética.
Luego será con las gentes que saben escribir, los novelistas costumbristas
y realistas donde el cannabis entra plenamente a la República de las letras, en este proceso se vuelve al
consumidor anónimo y popular, en un sujeto público, con identidad propia,
porque lo hacen figuras públicas, escritores, poetas, los héroes de la
civilización no los anónimos léperos de décadas anteriores, o los catrines de
décadas atrás.
Y en el último tercio del siglo XIX, es con los poetas románticos y
modernistas que el cáñamo cambiara notablemente su uso, una nueva experiencia
cultural para otro tipo de consumidores y se inscribirá como un
misterio de iniciación artística entre los miembros de la República de las Letras.
Es un espacio para la experimentación como antesala de la angustia existencial
de la modernidad.
El poeta es un inadaptado de la civilización capitalista, profesión
estigmatizada por la penuria y la miseria frente a los espejismos consumistas
del capitalismo industrial, su cultura de sobriedad, la negación del placer,
lealtad a la familia y el trabajo duro.
El contexto económico es de progreso y el político de colonización pues
lo pernicioso de esta Dictadura está en la filosofía que decide adoptar e
implantar en México, como lo explica de forma extraordinaria y sintética
Arqueles Vela:
“La filosofía de la Dictadura se fundamenta en
los conceptos de la selección natural; en teorías científicas contrarias al
verdadero humanismo: el hombre fuerza creadora decisiva en los hechos de la
cultura.
Se orienta hacia una sociología que desconoce
el valor específico de los factores étnicos, en los formas de vida sociales; y
proclama la superioridad de razas determinadas, evaluando al indio y al mestizo
mexicano como productos inferiores del azar histórico”. ( )
En el último tercio del siglo XIX, se produce otro cambio radical en la
percepción y consumo de la marihuana cuando por el influjo del hechizo
francés, divulgado por la obra de Charles Baudelaire Los
paraísos artifíciales (1864), los poetas románticos mexicanos imitando a los poetas franceses que
utilizan el hashish, resina de marihuana, como un estimulante de la
iniciación artística y convierten a la prostituta en su musa y al burdel en su
templo.
Este hábito de consumir marihuana con fines estéticos comienza con el
poeta romántico Manuel M. Flores (1840-1885) y que muere de sífilis, según
Carlos Monsiváis, en su diario Rosas
caídas (publicada en 1953) menciona como consumía marihuana en Querétaro,
según nos informo Jorge García Robles. De este burdel mítico hablara su joven
epígono José Juan Tablada en El caballero de la Hierbabuena. Es
la primera figura pública que reconoce su consumo.
En 1894, termina la publicación de la revista Renacimiento y con ella
la segunda generación de poetas románticos. Comienza una nueva escuela
literaria con los poetas modernistas y decadentistas.
Y serán ellos los que crean una nueva percepción del consumo de
sustancias psicoactivas.
La experiencia cultural del consumo de marihuana se volverá una
moda, algo para estar al día, y no ya un elemento intrínseco de los léperos,
los soldados y demás personajes de la contracultura urbana, de proscritos
sociales, entre los jóvenes escritores reunidos en la nueva generación
llamada modernistas.
La marihuana se convierte en una “obsesión” en José Juan Tablada
(1871-1945) a tal grado que es internado en el Hospital de San Hipólito, en
1895, experiencia que le hace escribir un artículo titulado Epidemia
baudeleriana, donde advierte a sus colegas poetas decadentistas y a la
vez a la sociedad mexicana sobre el peligro del consumo excesivo de las drogas.
Es más conocido su poema El Caballero de la Hierbabuena, y
más desconocido su novela del “viaje con marihuana” del joven Nebrija en La resurrección de los ídolos (1924), escrita
en Nueva York y la segunda parte de sus memorias Las sombras largas, que
será publicada hasta 1988.
“El simple hecho de que Baudelaire hubiera
llamado a alcoholes, drogas, estupefacientes: “Los paraísos artificiales”; iluminó los vulgares tabernas con esplendores
de apoteosis luciferiana y los transformó, a nuestros ojos, en templos para la
misteriosa iniciación artística”.
En esta según Serrato Córdova “desarrolla una muy humorística
disertación de los usos de la marihuana en la cultura nacional”.
Esto marca un cambio social del consumidor del anónimo lépero,
catrín,
o el trasgresor de la ley a un hombre ilustrado, que las usa sin su
atractivo demoniaco pero sí exótico, que el capitalismo presenta como
medicamentos milagrosos y como objetos de placer, de lo que se derivara su uno
con fines estéticos, como un rasgo del oficio de escritor en la sociedad
finisecular de la Belle Epoque.
La elite porfirista y la clase media urbana imitan y comparten la vida
bohemia europea, (vida desordenada, libre, creadora y anárquica) la
socialización de la cultura nocturna con la aparición de la luz eléctrica crea la geografía
de lo prohibido: adulterio, prostitución y su gran mercado para
proteger a las esposas y a las hijas, caer en la prostitución es una amenaza
real para cualquier mujer, el amor prohibido, exceso de frenesí. Lo que iba contra el conjunto de valores
tradicionales o más simplemente la decencia Y continúa la tolerancia social del
consumo de marihuana en los bajos fondos de la sociedad, es
decir, es de forma más extensa el consumo en diversas comunidades cerradas y
marginales de los cuarteles de soldados, las prisiones, las prostitutas, los
artesanos y pepenadores. El contrabando de marihuana será auspiciado por
autoridades castrenses y penales por los beneficios económicos que les deja.
Esto es importante porque siempre me preguntaba como fue el paso del
consumo recreativo popular a las elites. Es uno de los aspectos de la
descolonización de las sociedades. Hasta que entendí que los letrados
son la correa de trasmisión entre la baja cultura y la alta cultura. Como
sucedió con el interés de los jesuitas en escribir del uso medicinal de la
marihuana siglo y medio atrás, para disminuir las supersticiones que
ocasionaban persecución social y estigmatización negativa de una práctica
asimilada a la cultura mexicana mestiza.
Esto para mí fue novedoso porque me explicaba de una parte una forma de
percepción social tolerante del consumo de drogas es compartida por dos
sectores sociales distintos porque frecuentan los mismos lugares en los bajos
fondos, una como recreación epidémica entre los léperos y otro de forma
endémica, nueva, de iniciación artística; y por otra parte es un cambio en la
percepción social del consumidor, de los consumidores anónimo potencialmente
criminal pasa a las elites profesionales y sus paraísos artificiales, un
eufemismo para las plantas de poder que consume la sociedad mestiza. Cambia su
consumo social y cambia su percepción social, son un nuevo placer de la
civilización, de la modernidad.
Se desacraliza el uso ritual-medicinal, folclórico-religioso, de
ambiente rural, pero al mismo tiempo se ritualizan en la creatividad de la
cultura popular en la sociedad urbana.
Una de las consecuencias públicas que va a ocasionar este cambio
radical de usuarios –de los léperos anónimos y catrines ociosos,
a los letrados de prestigio social, futuras figuras públicas del Parnaso Literario- , además de
describir claramente la búsqueda del placer, planear las sensaciones, el
ascenso social del consumo de marihuana es la aparición del tabú moral
de la sociedad burguesa porfirista sobre las drogas y que se mantiene todo el
siglo XX.
Pues en la opinión de la elite gobernante -de México y de otros países europeos- no era
concebible que los hombres de la civilización, los letrados que saben leer y
escribir, los hijos de la democracia, el progreso se perdieran en los paraísos
artificiales y no buscaran una auténtica liberación a través del
trabajo y la educación.
Como lo describe José Emilio Pacheco:
Al centro de una prosperidad cada vez más insultante
para la privación de las mayorías surge en México un grupo de escritores
hastiados por el supuesto progreso, ávidos de vivir como sus semejantes de
otras sociedades. Ya que casi todos los objetos que rodeaban su vida cotidiana
eran franceses, fatalmente quisieron escribir como se escribía en Francia, y
probarlo todo para expresarlo todo. Ni las drogas ni el pensamiento mágico (de
la necromancía a la astrología) dieron talento a las mediocridades ni
estorbaron el desarrollo de los auténticos escritores.
Los escritores modernistas serán los primeros parisinos nacidos en
México, expresan el debate cultural
de la cuestión social en el campo de la literatura entre nacionalismo y artepurismo,
la primera ruptura estética de los nuevos valores contra las viejos valores
académicos o institucionales. Una propuesta estética que termina siendo una
revolución literaria de largo alcance. Dentro de esta su experiencia con los
estimulantes, los paraísos artificiales, que José Emilio Pacheco trata solo
someramente. Encerrando más inexplicablemente el hechizo francés del que
hablaremos más adelante, porque se niega a revelar el gran misterio de esta
influencia literaria y psicoactiva. Es la segunda simbiosis de la literatura y las drogas, la primera fue con los
códices prehispánicos y poscortesianos sobre cientos de miles de plantas
medicinales.
Una nueva generación de jóvenes que harán del oficio de escritor un empleo remunerado. Estos jóvenes escribían en
periódicos mexicanos, visitaban cafés del centro histórico, vivían en Paris sin
estar en París. Francia y su capital Francia, la Ciudad Luz, es el modelo
cultural a seguir por los escritores mexicanos. Dejar las armas por las letras,
la aristocracia militar y la aristocracia del espíritu o aristocracia
en harapos.
De acuerdo con sus recursos y preferencias los
modernistas viven la bohemia en burdeles y cantinas (el alcoholismo extingue a
Couto Castillo a los veintiún años) o bien en los paraísos artificiales,
predilecto de la jeunesse doreé que se reúne en el “Boulevard”, la “Zona
Rosa” de entonces: las calles de San
Francisco y Plateros, entre el Jockey Club y el Palacio de Iturbide convertido
en Hotel.
Es la primera generación de jóvenes cosmopolitas, que van a vivir
experiencias generacionales que otras generaciones desconocían. Es un escenario
inédito hasta entonces donde se mescla lo moderno, el modernismo y la
modernidad.
Lo moderno como oposición a la tradición. El
modernismo como la apuesta del cambio estético. La modernidad como la clave del
progreso material de las sociedades.
El modernismo sigue las ideas del arte por el arte. Que sea reducido a
la imagen del escritor o artista en su torre de marfil, pero el poeta no es
un individuo aislado solo que prefiere crear su mundo en vez de seguir los
convencionalismos sociales represivos, paternalistas y autoritarios. Estos
jóvenes crean a su gusto un medio social francés en México que tiene como
principal protagonista al poeta-periodista, que vive de escribir crónicas:
No debe olvidarse que el género señero finisecular
fue la crónica, porque su ambigüedad le permitió al poeta de finales del siglo
XIX, enfrentarse, por una parte, a la profesionalización del escritor que hizo
del periodismo su modus vivendi y, por la otra, defender un espacio parta la
creación literaria en los diarios; así la crónica dio resolución artística a
las tensiones tanto internas como externas dl poeta-periodista.
Profesionalizar el periodismo está muy bien, defender un lugar para la
literatura en el periodismo también está muy bien, aunque siempre se tienen
consecuencias desafortunadas al inicio cuando se conoce la censura pero
afortunadas al fin de cuentas porque sirve de impulso a la creatividad
cultural.
Los jóvenes periodistas Federico Gamboa (1864-1939) –El
pájaro, lo llaman sus amigos- y José Juan Tablada (1871-1945) –infant terrible de la poesía- serán de los primeros periodistas
profesionales y pioneros también en considerar la diplomacia como una beca para
consolidar las ambiciones literarias y tener tiempo para escribir. Su etapa de
aprendizaje la hacen en el periodismo, pero que en el oficio de escritores
necesitaban madurar con empresas de gran aliento. Escribir novelas y vivir de
ellas, es la meta del escritor. En el escenario cultural se consigue el éxito
si se tiene un mecenas, si se aprende a vivir la vida bohemia, con sus riesgos
y placeres, y enfrentar el mercado creciente de periódicos y revistas. Estos
periodistas querían tiempo para escribir, un lujo, del que pocos gozaban.
La escritura ya no es un monopolio de religiosos sino un campo para
muchas actividades como el periodismo, la poesía y la novela, en la ciencia con
la farmacia y la antropología criminalística de gran impacto en ese tiempo,
etc. Y en todos ellos se va hablar de las drogas.
Por su conocimiento de idiomas y amplia cultura les posibilitaba a
estos jóvenes ambiciosos entrar en el mundo de la diplomacia (“la carrera
dorada y artificial”) y así cumplir el sueño burgués del Gran Tour, salir al extranjero, ser cosmopolita (Gamboa ira a
Estados Unidos),
De regreso a México Gamboa hace vida bohemia, que le servirá para
escribir sus obras literarias como Impresiones y recuerdos (1882), una
que autobiografía, desafiaba las buenas costumbres, por
develar la vida secreta de los capitalinos, la trastienda de la dictadura
porfirista.
Los salones literarios en los que el alcohol
corría a cascadas, los reservados de los restaurantes en los que se prodigaban
caricias ilícitas, los establecimientos de mala nota en los que el sexo
reclamaba sus derechos definían en sus páginas las coordenadas de una
existencia bohemia de la que el escritor, con tradicional cinismo artístico,
decía arrepentirse.
Es importante señalar que los salones literarios o tertulias
tienen una presencia importante en la vida cultural y social de México, fue ahí
donde se hicieron las primeras conspiraciones criollas y que recuperan las
distintas generaciones de escritores en el siglo XIX, pero que son el caldo de
cultivo para la formación de la opinión pública, de una opinión distinta a la
del Estado.
Y también que la conducta crapulosa, como dice Álvaro Uribe,
de Gamboa al frecuentar la vida bohemia 1884-1887 que lo aleja del presupuesto
porfirista, a la primera oportunidad que tiene se retira de la vida bohemia por
la seguridad diplomática.
En 1892, visita por primera vez
México el poeta español Ramón del Valle-Inclán, donde se hace consumidor
de marihuana. Huyendo del destino profesional que le habían deparado sus padres
viene a México e ingresa al ejército como soldado raso durante un año, luego
estudia. Conoce la marihuana
Federico Gamboa escribe otra novela aprovechando sus conocimientos de
abogacía, Suprema ley (1896), donde trata el consumo entre los reos de
Belem. Uno de los sueños de Gamboa es convertirse en un gran escritor, vivir de
sus libros.
En México se vive la Era de los excesos, sólo para una minoría privilegiada de
joven libertinos frente a su consumo extendido en otras minorías más numerosas
como ya señalamos arriba.
La influencia francesa no solo estaba en el positivismo de la elite
porfirista y en la educación sino también en el consumo de drogas. Lo que se llama el hechizo
francés nos es revelado por uno de sus principales protagonistas en la
primera parte de las memorias del entonces joven decadentista Juan José
Tablada, La feria de la vida (1937), él es considerado “el más
baudeleriano de los poetas”, en este texto por primera vez en la historia de
las drogas en México que los consumidores de drogas toman la palabra
en la sociedad amordazada para hablar de los misterios ocultos o hechizos
secretos de los paraísos artificiales y de sus riesgos para los poetas
mexicanos.
La influencia de lo que en el poeta Baudelaire
hay de morboso, fue para la juventud de mi generación el verdadero “Mal de
Galias”.
Incapaces de discernir el artificio en la
descarriada moral del gran poeta, fuimos más sinceros que él y desastrosamente
intentamos normar no sólo nuestra vida literaria, sino también la íntima, por
sus máximas disolventes creyendo así asegurar la excelencia de nuestra obra de
literatos. (…)
“El
simple hecho de que Baudelaire hubiera llamado a alcoholes, drogas y
estupefacientes: “Los paraísos artificiales” iluminó los vulgares tabernas con
esplendores de apoteosis luciferiana y las transformó, a nuestros ojos, en
templos para la misteriosa iniciación artística”.
Entre uno de los resultados desastrosos está el ingreso de Tablada al
Manicomio del Hospital de San Hipólito, en 1895, luego de su convalecencia
escribe el texto de la alerta sobre la epidemia baudeleriana que seduce a
su generación con el hashish, ajenjo y marihuana, pero también para advertir a
muchos otros escritores y profesionistas. Es una alarma social desde la cultura
para prevenir el exceso de drogas estimulantes en la sociedad moderna.
Tablada advierte sobre el extravió en que incurrieron sus
compañeros de tertulia como Atenor Lazcano, Bernardo Couto (1880-1901), el
Rimbaud mexicano, considerando el consumo excesivo una experiencia desastrosa.
A las tertulias poéticas de Tablada para hacer la Revista Moderna –con
ayuda del mecenas Jesús E. Valenzuela-- asistirán Couto Castillo, Alberto
Leduc, Francisco Olaguibel, Lazcano, Duque Juan, Balbino Dávalos, de estos dice
que “aquella juventud era sabia, entusiasta y cultísima.” Algunos se perdieron en los laberintos misteriosos
de los países artificiales. (En la segunda parte de sus memorias, Las
sombras largas (1993), Tablada escribe sobre los usos de la marihuana
en la cultura nacional, y vuelve hacer su llamado de alerta para prevenir a la
población el consumo excesivo). Couto antes de morir escribe en la Revista
Moderna contra los resultados desastrosos de llevar una vida bohemia.
Atenor Lazcano escribe en la Revista Moderna:
“¡Oh, Señor!
Vierte hatchis que anonade y aduerma
en mi cráneo sin
luz. Mi razón está enferma,
Haz, Señor, que
me duerma.
Vierte en mí los
vapores del sopor, el amargo
licor que me
aniquile; llegue mi alma a un letargo
muy callado…muy
largo…”.
José Juan Tablada es el joven poeta establece una claro parte aguas en
el consumo de drogas en la sociedad mexicana decimonónica. Porque al contrario
de sus modelos franceses, el Club de los Hashishins, que imitan
no son viejos quienes las consumen sino jóvenes veinteañeros, con esto no sólo
se visibiliza el ascenso social del consumo sino que se acceda reconocimiento
social de las nuevas experiencias sensoriales presentadas por la modernidad
como realidades socialmente deseables, además de advertir de los riesgos de su
consumo excesivo y recomendar mejor mantenerlo dentro de límites naturales,
que sea moderado. Las drogas como símbolo del progreso y la vida moderna se
presentan como un consumo deseable, pero también amenazante.
En El Caballero de la yerbabuena, Tablada escribe.
El erudito habla del pasado
Y la chica loca-de-su-cuerpo…, del futuro.
Un beluario de peces de colores
Ansía gozar del instante
De azogue que le escurre entre las manos
En la mas sincopada de las rumbas
préndeme tu vacuna, oh mariguana,
universalizando el incidente.
Pero por otra parte es un rostro de la doble moral porfiriana:
sobrios de día, borrachos de noche, gracias a la revolución de la luz
eléctrica. A Tablada se le perseguirá en 1898, por publicar un poema erótico Misa Negra,
que ofende a la esposa de Porfirio Díaz, por hablar del la sexualidad sin
matrimonio, sin procreación, solo por placer. Este descontento al poeta le
parecía ridícula la doble moral de un gobierno que tolera garitos y prostíbulos en
el centro de la ciudad.
En 1903, el escritor y diplomático porfirista Federico Gamboa publica Santa,
en Barcelona, una novela costumbrista sobre una prostituta, una figura social
primordial de la marginalidad social decimonónica. Los novelistas que están en
el poder escriben de seres marginales a la sociedad porfirista,
Santa de Gamboa a
pesar de conocer ser víctima de la injusticia y de la discriminación conoce
todos los vicios y los ambientes sociales, consume marihuana medicinalmente. Es
el primer best seller de la literatura mexicana y sirve de inspiración de
la primera película del cine nacional. Su autor decía que era un hombre decente
que vivía de una mujer pérdida.
Una novela costumbrista que reflejaba la realidad social, nada menos
que la existencia de 10 mil prostitutas en la ciudad de México, las prostitutas
son acusadas de disolución social antes que mujeres explotadas económicamente. Santa
será catalogada como novela epicúrea, que exaltaba el placer sin
matrimonio y sin hijos, mientras que sus enemigos la consideraban una novela
pornográfica, pues develaba todo el mundo del burdel, los misterios de la
carne. Algunos lo consideran el cronista de la lujuria decimonónica.
Aunque no se mencionada específicamente se entiende que es una “yerba
milagrosa” como la que le proporciona Hipólito,
el pianista ciego, a Santa, icono de la geografía de la prohibición (sexualidad
comercial extramarital, deseo de muerte, enfermedades incurables), ya en su
etapa de crisis de cáncer.
Además no es ocioso decir que el consumo de marihuana era una de las “exigencias
del oficio” de prostituta y que Santa con este destino fatal que
había decidido llevar le había ayudado a traspasar “todas las prohibiciones” y
conocido todos los ambientes sociales, desde la clase alta y su doble moral burguesa
hasta los bajos fondos donde abundan los personajes excluidos de la
sociedad, ambiente en el que ella murió.
Cuando investigaba para este ensayo encontrar un ejemplar de Santa,
editado por Editores Mexicanos Unidos en 2002, pero me llamó la atención que
tiene muchas partes censuradas, algo innecesario pero muy perjudicial para la
cultura mexicana.
Se publican dos novelas costumbristas donde aparece el vicio y sus
consumidores, como en Claudio Oronoz (1906), de Rubén M.
Campos, presenta a un joven libertino decadentista que consume drogas y
busca la muerte; mientras que Carlos
González Peña, miembro de generación de los siete sabios, publica La
Chiquilla (1907), donde habla de un vicioso. Es novela demasiado precoz
para un joven de veintiún años, tratando problemas de adultos por eso no habla
abiertamente de las drogas.
Creemos que en estas obras la marihuana solo es un elemento incidental
de la novela realista decimonónica, por decir lo menos, distinto a su
tratamiento folclórico siempre identificado con raíces indígenas, lo
trascendental, pero como también se descalifica por considerarlo bárbaro y
salvaje. Y por tanto, incivilizado, a quien hay que educar a toda costa en el
modelo occidental de sociedad.
La negación del pasado indígena lleva obligadamente a los positivistas
a imponer políticas paternalistas basadas en modelos extranjeros. Con ello se infantiliza a la sociedad para que acepte políticas de salud
autoritarias del Estado, que a la vez, solo recupera la visión folclórica
indígena para lustre político como se verá más adelante.
En 1908 en el periódico El Popular se denuncia el consumo
epidémico entre los soldados y ocasiona
una epidemia
de pánico moral, se pide una acción severa de la autoridad.
Mientras que Porfirio Barba Jacob, un joven colombiano en Monterrey, en
1906, conoce la marihuana, escribe un poema del orgullo marihuanero, en
una edición de la Universidad de Veracruz se señala que lo escribió en el año
de 1921:
Balada de la Loca Alegría
Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-
mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-
soy un perdido -soy un marihuano-
a beber -a danzar al son de mi canción...
La noche es bella en su embriaguez de mieles,
la tierra es grata en su cendal de brumas;
vivir es dulce, con dulzor de trinos;
canta el amor, espigan los donceles,
se puebla el mundo, se urden los destinos...
Es necesario subrayar que Barba Jacob no le
importaba el qué dirán, que siempre está presente como fantasma represivo en el
imaginario social mexicano.
De este escritor nos dice Enzo Maqueira:
El escritor colombiano Porfirio Barba Jacob
(1883-1942) fumó por primera vez marihuana en México, una noche en la cual un
diluvio causó más de seis mil víctimas. Jacob era periodista y tuvo que cubrir
la catástrofe. De aquella primera experiencia relató: ‘Yo celebré mis nupcias
con la Dama de Cabellos Ardientes. Fue una noche de tormenta horrísona cuando
la ciudad se había inundado hacia los barrios obreros y seis mil cadáveres
pregonaban la inocencia de la catástrofe...’. Barba Jacob es uno de los
escritores latinoamericanos que más interés demostró por la marihuana, presente
en sus poemas "La balada de la alegría", "La dama de los
Cabellos Ardientes", "En la Muerte del poeta" y "Acuarimantima".
En 1921, mientras era director de la Biblioteca Pública de Guadalajara, en
México, recibió la visita del español Ramón del Valle Inclán. En la biografía
que escribió el escritor colombiano Fernando Vallejo, se dan algunos detalles
de este encuentro. "De esta visita dieron cuenta los periódicos; de lo que
no la dieron fue de que el poeta y su ilustre huésped allí estuvieron fumando
marihuana".
Otro poeta que escribió sobe la marihuana fue el poeta
nicaraguense Rubén Darío, un cuento fantástico en tiempos d ela revolución y
donde uno de los personajes, un sacerdote, bebe alcohol y fuma tabaco con
marihuana:
“Escogímos para
descansar un escampado bajo un gran ahuehuete.
-De más decir que
yo no podía dormir. Yo había terminado mi tabaco y pedí a Reguera.
-Tengo, me dijo,
pero con mariguana.
Acepté, pero con
miedo, pues conozco los efectos de esa yerba embrujadora, y me puse a fumar.
Enseguida el cura roncaba y yo no podía dormir”.
En 1920 se publica un estudio folclórico de la
marihuana donde se reproducen dos corridos:
Ay (ahí) viene el diablo mayor
con sus veinticinco hermanos
y dice que se va a llevar
a todos los marihuanos
***
Por aquí pasaba tuf-tuf
(aspirando)
la marihuanita
se las aventaba
con doña Juanita (la marihuana)
***
Este es un grifo
(cigarro)
que me estoy confeccionando
pa invitar a mis amigos.
Entre también está el poeta español Ramón Valle-Inclán en sus dos
visitas a México a fines del siglo XIX y en 1921, por segunda vez invitado por el Álvaro Obregón, para los
festejos del Centenario de la consumación de la Independencia, pagándole 100
mil pesos por conferencia su visita le dan un paseo en ferrocarril. De regreso
a España se lleva un sofá relleno de marihuana. En una entrevista declaro.
“-A
mí México me parece un pueblo destinado a hacer cosas que maravillen. Tiene una
capacidad que las gentes no saben admirar en toda su grandeza: la revolucionaria.
Por ella avanzará y evolucionara. Por ella… y por el cáñamo índico, que le hace
vivir una exaltación religiosa extraordinaria.
-¿Por
el cáñamo índico?
-Por
la hierba marihuana o cáñamo índico, que es lo que fuman los mexicanos. Así se
explica ese desprecio a la muerte que les da un sobrehumano valor”.
Esta experiencia será recordada desprejuiciadamente por Alfonso Reyes (1889-1959) cuarenta años después:
“--La
marihuana -me decía don Ramón- me ahorra el trabajo de regresar a mi casa
cuando salgo del café a las tres de la madrugada, porque simplemente ordeno:
"Que se eche a andar la calle y que mi casa venga por mi", y mi casa
se me va acercando como un barco”.
En estos años es tanta la popularidad de la mariguana que uno de sus
consumidores convencidos, desde dos décadas atrás, José Juan Tablada,
considerado, “el poeta representativo de la juventud”, escribe desde la ciudad
de Nueva York la primera novela donde se trata los viajes de marihuana del
joven Nebrija, La rebelión de los ídolos (1924).
--- Pero, ¡usted ha fumado…marihuana?
–preguntó la señora.
--- ¡Cómo no! –respondió el muchacho
atolondrado, como se tratara de la cosa más natural del mundo
--- ¡Marihuana!....---exclamó el pintor, como
hablando en sueños---. ¡Viaje a la Cuarta Dimensión! ¡Ventana del Hiperespacio!
Para los cerebros fuertes y las conciencias sanas; pero para los cerebros
débiles y las mentalidades inferiores,
desencadenamiento de las bestias internas,
asesinato, posesión diabólica… De todos modos… ¡aventura siniestra!
Todavía en esta novela se mantiene el debate entre razas, para
fundamentar la explotación y dominación de la mayoría de la población.
Por otra parte, el titulo tiene un efecto de mediano alcance, en cierta
medida, si fue una rebelión desde la literatura contra la imposición de la
política prohibicionista y el nacionalismo revolucionario.
Aunque Tablada siempre fue porfirista, en esta novela da su opinión
sobre lo que tiene que hacer México para encontrar su identidad nacional. Es el
antecedente de la nueva generación de poetas que le da rostro a la rebelión
desde la literatura. Se inspiro en La rebelión de las masas de Ortega y
Gasset.
El consumo de marihuana aparecerá como cuestión folclórica y fugazmente
en Los
de abajo de Mariano Azuela en 1924, y de la institucionalización de la
novela de la revolución mexicana. Desconocía este dato pues me domino desde un
inicio la escrita por Urquizo, pero tampoco nadie había señalado esto.
Pero además de estos avances de la presencia de la marihuana en la
sociedad mexicana pos revolucionaria, esta se integrara a la identidad cultural
de los llamados snobs –pintores, poetas, músicos, etc.- es la entrada en el
espacio público de la nueva clase media urbana que no participo en la Revolución
mexicana pero que fueron afectados por ésta y atraídos por nuevas sensaciones
experimentan con marihuana y cuanto exceso puedan gozar, en el centro de la
ciudad de México.
Es el momento de redefinición de México, la revolución descubrió a
México como un mosaico diverso de culturas pero que es necesario homogenizar,
dar unidad nacional, por razones políticas, por lo cual los pos revolucionarios
negaron esta diversidad cultural y eligen imponer un sólo discurso coercitivo
para todo y para decir lo que sí es y lo que no es lo “auténticamente
mexicano”.
Este convencimiento colectivo obligado ya no será a través de las armas
sino de la educación, de las artes y las letras, que emprende el mesiánico José
Vasconcelos, Secretario de Educación Pública, sin necesidad de recuperar el
pasado indígena y prefiere apostar todo al futuro, crear todo aparentemente de
nuevo.
Este emprende un Renacimiento cultural, se ayuda del
movimiento muralistas encabezados por Diego Rivera. En estos días tiene lugar
la asamblea mítica de estos artistas plásticos para descriminalizar el comercio
de marihuana. Rivera creía erróneamente, con sus compañeros artistas, que la
marihuana era una herencia directa de los toltecas.
Pero mientras exaltaba el supuesto origen precolombino de la marihuana,
cosa que no es cierta, se daba tiempo para criticar a los positivistas pinta al
poeta y diplomático porfirista José Juan
Tablada en un mural del Palacio Nacional con ojeras violetas por el consumo de
marihuana.
Los muralistas consumieron marihuana de forma limitada consiguiendo
resultados desafortunados, diferentes a los que esperaban. Siqueiros tiene un
accidente cuando pinta el mural Dioses caídos, estos pintores
dejaron el consumo porque según ellos la marihuana ya les había dado lo que
tenía.
Y mejor se dedicaron a inventar la identidad nacional, llevando las
figuras populares del obrero, el campesino y el indígena a los dominios de la
retórica estatal, con el nacionalismo revolucionario, todo parecía emanar de la
Revolución y todo volvía a ella. Es la imposición de una doctrina ideológica
como ortodoxia social, con una serie de esquemas preconcebidos. Se pasa de la
gran familia mexicana (indígena, campesino, obrero, soldado, charro, china
poblana, lépero) a la familia revolucionaria (el presidente
y los tres sectores)
La rebelión literaria contra el México inventado la hará un grupo
también apoyado y a la vez atacado por su mecenas Vasconcelos, los futuros
poetas contemporáneos, Xavier Villaurrutia (1903-1950) y Salvador Novo
(1904-1974), y que en su práctica de la cultura de las azoteas por ellos
inventada tuvieron experiencias de consumo de marihuana. Estos jóvenes expresan
una disidencia cultural, (al viaje en el cuarto que vivían
diariamente como poetas al leer, escribir y traducir autores extranjeros,
añaden el amor prohibido y el viaje psicoactivo).
El consumo de marihuana en ellos tiene mejores resultados que los
conseguidos por el grupo de los muralistas anteriormente mencionados. Y con
ello lograron una revolución literaria a fines de los 1930, alejada del
nacionalismo revolucionario. Como ya la habían hecho sus predecesores
modernistas en 1890, en plena vida bohemia de la Belle Epoque porfiriana.
La literatura de los Contemporáneos es la lucha de clases
como lucha de clases literarias, lo nuevo frente a lo viejo, la experimentación
de nuevas percepciones y nuevas sensaciones por realidades impuestas desde el
poder, desde la ortodoxia político-ideológica.
Vemos aquí de nuevo el debate entre nacionalismo y cosmopolitismo, de
medio siglo atrás (positivistas vs modernistas), de un siglo atrás civilización
vs barbarie (criollos conservadores y mestizos insurgentes). A diferencia de
los dos primeros debates ganados por los letrados, ayudados siempre por los
vientos alisios de la modernidad, el de los criollos con la independencia
limitada y endeudada, la revolución de petit comité de la bohemia porfiriana de
la paz, progreso y tiranía que frecuentan los mismos lugares que los personajes
de los bajos fondos; en este debate ganan relativamente y parcialmente los
ortodoxos del poder autoritario, (siempre cuesta más desorganizar que
organizar) oponiendo a una propuesta cultural, original, novedosa, atrevida,
toda una serie de instrumentos de
consumo de masas pero guiados por esquemas preestablecidos.
Villaurrutia es epígono de
Manuel M. Flores, que inauguro el consumo de marihuana en la República
de las Letras decimonónica, que continuo la tradición con los jóvenes
decadentistas, con los Contemporáneos se va a consolidar su
presencia literaria como ya mencionamos anteriormente.
A esta generación de Contemporáneos tener conciencia del
desarraigo, no habían participado en la Revolución mexicana pero que proceden
de familias que la revolución empobreció, y de rechazar la imposición del
nacionalismo revolucionario les costó la etiqueta hacer literatura afeminada, burguesa
y extranjerizante. De esto mismo habían sido acusados los poetas decadentistas
cinco décadas atrás. Pero las novelas de los Contemporáneos son
ejemplos de novela moderna que no necesitan la etiqueta nacionalista de novela
de la Revolución mexicana como paradigma hegemónico de la escritura y la
aceptación de ésta como obra literaria por la cultura nacional. Con esto se
quería decir que no se necesitaba copiar modelos extranjeros para escribir
literatura en México.
Con este grupo se consigue una cierta autonomía de escritor
frente al Estado, pero esto solo es aparente porque en el mundo literario los
escritores jóvenes dependen de mecenas, como Antonieta Rivas
Mercado y del apoyo institucional, el Parnaso de Salubridad, se les llamo
también a este conjunto de jóvenes desarraigados e inconformes y en búsqueda de
sí mismos en una sociedad que los marginaba o con la que no estaban de acuerdo.
A estos se suman el pintor Manuel Rodríguez Lozano, Antonio Guerrero,
Agustín Lazo y el doctor Elías Nandino. Este escribe en sus memorias Juntando
mis pasos (2000), lo que le dice a su mamá de la costumbre del
periodista y poeta colombiano Porfirio Barba Jacob de fumar marihuana:
¿Pero por qué fuma esos cigarros tan
apestosos? A lo que le conteste porque es muy pobre y fuma cigarros corrientes.
En este año, el gobierno de Calles hace una reforma legal al Código
Penal, con esta “se vio al toxicómano ya no como delincuente, sino como enfermo
que debía recibir tratamiento, y cuya readaptación social era posible.” Pero
sigue dominando el enfoque punitivo.
Mariano Azuela publica un avance de su novela La luciérnaga (1932),
titulado El grifo, en la revista Contemporáneos. Surge la polémica
entre nacionalismo y cosmopolitismo, entre la novela tradicional que refleja la
realidad y la novela moderna que es autónoma de la realidad.
Barba Jacob continua su campaña a favor de la marihuana, nos dice Enzo Maqueira.
En 1934, el periodista
José Pérez Nuño entrevistó a Jacob en Tampico para el diario "La
Tribuna" de México. Conociendo los escándalos que había provocado en
muchos países por su consumo de marihuana, le preguntó qué sentía al fumar.
- Me siento un etcétera azul - respondió el colombiano.
En esta efervescencia de cultura popular, en 1937, aparece La
feria de la vida, las memorias decimonónicas de José Juan Tablada,
donde expone sus reflexiones de lo que significo para su generación la
atracción de los misterios de los paraísos artificiales, señalado
anteriormente. Para estos jóvenes ambiciosos y libertinos, las drogas, fueron
atractivas y peligrosas.
“Las rosas de pastorela se convirtieron
en orquídeas venenosas”.
Esta voz de alerta sobre los riesgo del abuso en el consumo de drogas
pasa desapercibida para toda la sociedad, que infantilizada por el Estado, vive
presa del pánico moral que éste promociona en su combate de las drogas. Tiene
poca repercusión el texto de Tablada porque para este tiempo es un poeta
olvidado por el mundo cultural y político. Pero es importante tenerlo en cuenta
porque Tablada está hablando de lo que él y sus amigos periodistas, poetas y
artistas vivieron con las drogas hace más de 40 años.
La marihuana se consume en salones de baile, la lucha libre, su
popularidad no disminuye.
El poeta francés Antonin Artaud visita México, consume marihuana que el
consigue el joven escritor juchiteco Andrés Henestrosa, con una beca que le dio
Vasconcelos. Mientras que el doctor Nandino le proporciona otras drogas, viaja
a Chihuahua a conocer el peyote, con los tarahumaras, de regreso a la ciudad de
México no se lleva bien con los Contemporáneos.
En 1937, el general Francisco L. Urquizo publica, Tropa vieja, donde detalla el consumo de marihuana en el
ejército, algo que será conocidísimo desde hacía un siglo.
En 1938, el Taller de Gráfica Popular cuenta con una sección cannábica,
según Jesús Amaya.
Dialogo entre mexicanos en el Gran Tour de París, Antonieta Rivas
Mercado y el doctor Raoul Fournier, que fue becario por méritos, junto con
Leopoldo Salazar Viniegra en París.
“--- Oye, por cierto, ¿no has visto a Manuel Rodríguez Lozano?
--- No.
--- ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
--- Mira, te voy a ser franco,
lo vi en el Tout va Bien, que está en la esquina, en la calle de Augusto Comte
y Boul’Mich, frente a la Sorbona. Había tenido una conversación con él, llevaba
un cigarrito de marihuana, y al rato se presento Diego Rivera y estuvimos ahí
los tres compartiendo el cigarrito y haciendo visiones. Esa fue la última vez
que lo vi.”
En 1944 Diego Rivera para criticar a los positivistas pinta al poeta y diplomático
porfirista José Juan Tablada en un mural
del Palacio Nacional con ojeras violetas por el consumo de marihuana.
A la muerte de Porfirio Barbaba Jacob el poeta de Cocula, doctor
cirujano Elías Nandino (1903) era admirador de Barba Jacob, decía de este;
“es mexicano por que el hombre no es donde
nace, sino de donde se hace y de donde se muere. Aquí se hizo, aquí se
amariguanó y aquí se murió, todo”.