México, el país de la marihuana
Juan Pablo Garcìa Vallejo
* En la XXIII Feria del Libro de Ocasiòn en el Casino Metropolitano
** Protagonistas, diversos usos, escenarios de consumo
El libro La disipada historia de la marihuana en México 1492-2010, de Eterno Femenino Ediciones tiene varios méritos. El primero de ellos es ser una historia desde México para la sociedad global, no como sucede frecuentemente que se escribe desde alguna universidad de los Estados Unidos. El segundo merito es que utiliza el método de la ciencia de la historia de las drogas que nos enseña a entender qué sustancia psicoactiva (legal o ilegal, natural o sintética) consume determinado segmento de la población en un tiempo o época señalada y las consecuencias públicas de esa práctica social. En esta obra nos avocamos a estudiar la evolución, escenarios , protagonistas, las transformaciones y continuidades del consumo de la cannabis sativa, la marihuana, la planta amiga en México.
Así que el cáñamo fue traído a América en los albores de la colonización para uso industrial, cultivada por agricultores profesionales para fabricar artículos que utilizaban los marineros en la Era Oceánica, pero esta producción textil a pesar de ser fomentada por la Corona Española, que no consiguió los resultados esperados por razones técnicas, pues tomaba más tiempo y esfuerzo trabajar el cáñamo, la única experiencia exitosa, hecha por los franciscanos en la Alta California, duró poco tiempo y fracasó por falta de transporte a la ciudad de México. Será en las postrimerías de la Colonia que se reconozca tardíamente el enorme desperdicio del beneficio económico por la falta de cultivo para el país.
Hay que detenerse un poco en las primeras décadas de colonización pues, en 1550, el virrey Antonio de Mendoza, ordena la reducción de su cultivo debido al inesperado cambio radical en su forma de consumo, el uso medicinal, cuando los indígenas descubrieron sus propiedades psicoactivas. Esta es una penetración y presencia más profunda y constante en la cultura mexicana porque los indígenas recurrieron a ella de forma inevitable debido a la gran mortandad ocasionada por enfermedades infecciosas desconocidas, pues durante los primeros 50 años de colonización se murieron 15 millones de indígenas. Es en la medicina tradicional donde se refugia esta planta y se le da su nombre universal de marihuana, por los nombres más comunes, María y Juana, de las arbolarías y curanderas que la aplicaban o vendían en mercados públicos y se crea su lenguaje sub-cultural de su consumo: “se dan las tres”.
Otro cambio notable en el consumo se visibilizó en la cultura urbana cuando los léperos la consumían de forma recreativa en los barrios periféricos de la ciudad de México, San Lázaro, la Merced, Peralvillo desde mediados del siglo XVIII y esto fue considerado una mala costumbre, primitiva o salvaje, por la cultura hegemónica decimonónica, las gentes de bien que seguían modelos europeizantes. Se asocia su consumo con la pobreza y será reforzada esta estigmatización social cuando en la nota roja, desde su nacimiento en 1860, aparece la imagen terrible del marihuano como un monstruo social, un potencial peligro, difundida de forma sensacionalista en las páginas de periódicos metropolitanos, cuya venta garantizaba su sobrevivencia. Ese peligro social era imaginario porque de tantos golpes de estado, azonadas, rebeliones durante este tiempo tan convulsionado ninguna está documentada que los protagonistas consumieran marihuana.
Un uso pernicioso de la marihuana fue cuando se utilizó como medio de control de las mujeres casadas, cuando los esposos se la suministraban de forma involuntaria a sus parejas y debido a las alucinaciones se les acusaba de locura para encerrarlas en los hospitales.
Al poco tiempo sucede otro cambio muy notable en el consumo a fines del siglo XIX, influenciados por el hechizo francés de los paraísos artificiales, el ambiente de la bohemia y el nacimiento de la cultura nocturna, los poetas románticos y modernistas importan el uso estético de la marihuana y otras sustancias considerándola una forma de iniciación a la creación literaria.
Pero este cambio tuvo grandes consecuencias porque significó el ascenso social de la marihuana y, a la vez, fue el toque de alarma social sobre el peligro que presentaba el consumo excesivo de las drogas, algunos de estos escritores fueron hospitalizados y se creó el tabú, la prohibición moral. Ya no era un consumo restringido a los pobres sino con la gente refinada, los letrados. Muy a pesar de que su uso médico continuaba siendo regulado o tolerado como remedio casero durante todo el porfiriato anunciada en todos los periódicos y revistas.
Y en el ambiente carcelario se le dará un uso evasivo por parte de los soldados y presos, que recibían una sanción menor que los alcohólicos.
A pesar de la prohibición y la intolerancia hacia su consumo, desde 1917, la popularidad de la marihuana no disminuyó, sino que se tuvo una presencia constante hasta que se convirtió en un símbolo de rebeldía social en los años 1960 entre la juventud de clase media. Y desde la década de los 1980 se da una rehabilitación de sus propiedades médicas, por la crisis del SIDA, el redescubrimiento de sus usos industriales en los años 1990 y la defensa de su consumo recreativo al considerarla un derecho cultural.
Y en tercer lugar, en esta crónica se recurre a la historia cultural para completar la visión de conjunto de la marihuana en Mexico recurriendo a la literatura, el urbanismo, los movimientos sociales, las diversas expresiones de la cultura popular, los corridos, caricaturas, el cine y las múltiples anécdotas, que a veces como decía Alfonso Reyes valen más que 100 hojas escritas, algunas de ellas fueron emitidas en programas radiofónicos culturales, en presentaciones de libros, conferencias de historia y artes visuales.
Con la historia cultural se rebasa la parcialidad de las ciencias particulares medicina, historia, derecho para tener un panorama más completo de la convivencia de la marihuana con los mexicanos durante 500 años.
Ningún país ha adoptado a la marihuana como México. En La disipada historia de la marihuana en México 1492-2010 se esclarecen los mitos populares más conocidos en la actualidad sobre la marihuana. El primero de ellos es la creencia en la mayoría de los mexicanos, de todas las edades, clase sociales y preferencias sexuales de que la marihuana es de origen mesoamericano, cuando su origen geográfico es la India, Asía Central.
Otro mito es pensar que la prohibición ha sido eterna, inmutable, cuando ahora sabemos que de 500 años de convivencia con esta planta 410 fue legal su consumo, la prohibición es un fenómeno muy reciente de escasos 80 años. También otro mito es pensar que los españoles la fumaban como ahora, cuando desperdiciaron su aprovechamiento industrial textil y no les interesaban sus propiedades psicoactivas, por la satanización hacia ella desde antes del descubrimiento de América. Un mito más es que es un consumo de pobres, cuando en el siglo XIX comenzó su ascenso social a la clase media y alta. El mito del corrido de La Cucaracha es creer que es una crítica contra el usurpador victoriano Huerta, pero el doctor Segura Millán, en 1936, dijo que era así como los ferrocarrileros villistas llamaban a las máquinas de vapor, la marihuana era la leña que necesitaban para caminar. Un mito más es que quien la consumo es un monstruo social, se dan muchos ejemplos de hombres y mujeres de la cultura y personalidades del mundo del espectáculo que la consumieron y no por ello fueron tachados de viciosos, enfermos o criminales y que dejaron un gran legado cultural para los mexicanos.
Hay que tener presente que en esta historia social y cultural de la marihuana los impactos de los efectos externos: primero llegó por el error providencial de Colón para descubrir un nuevo continente en 1492, que fue el primer contacto con el cannabis; la importación del modelo moral para asociar el consumo con la pobreza en el siglo XIX; otro impacto externo fue el hechizo francés que cautivo a los poetas románticos y modernistas.
Pero el impacto externo más perjudicial fue la importación de la prohibición e intolerancia de las drogas por el gobierno pos-revolucionario en 1917, creyendo que se evitaba la degeneración de la raza tirando a la basura la ancestral herencia fitolatríca, entregaron a los mexicanos que decían querer proteger al monstruo de la corrupción. Y otro fue el de la Propuesta 19, del año pasado que llevó a mucha gente a pensar que su aprobación tendría que hacer cambiar la política prohibicionista mexicana, aunque es una comparación un poco desproporcionada por nuestro grave nivel de subdesarrollo económico y tecnológico.
En este libro se desentierra una historia que ha sido negada, donde se explica como ha evolucionado la explicación y tratamiento en el consumo de marihuana: Durante la colonia fue considerado un delito de fe y con castigos por la idolatría; luego se considero una mala costumbre de los pobres, ignorantes, a los cuales se marginaba socialmente, luego se considero una enfermedad para encerrarlos clínicamente tomando solo los efectos farmacológicos y dejando de lado los efectos sociales, posteriormente se considero un delito con la prohibición y el arresto de los consumidores, ahora se considera un derecho cultural que busca un reconocimiento social y crear un ambiente de tolerancia y normalización, una nueva convivencia de los mexicanos con el cannabis con varias iniciativas de ley.
Y por último se da cuenta del nacimiento y acciones del movimiento cannábico en México y como más voces se suman a la propuesta de legalización, como escritores, periodistas y se desnuda el supuesto debate propuesto por el presidente Calderón y su pronta negativa a aceptar cambiar la errónea política de drogas criminalizadora. Se finaliza esta disipada historia de la marihuana con la declaración de José Emilio Pacheco a favor de la legalización.
Publicado por juan pablo garcia vallejo en 16:27
sábado, 5 de marzo de 2011
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