El efecto California y otros impactos externos en la historia de la marihuana
Juan Pablo García Vallejo
Ciudad de México a 30 de octubre de 2010.- Grandes expectativas ha creado en México, en el ambiente cannábico y político progresista, la realización del próximo referéndum para la despenalización gradual de la marihuana en el Estado de California, en los Estados Unidos, porque de resultar exitoso cambiara drásticamente las políticas prohibicionistas criminalizadoras y anticientíficas mantenidas por este país en el mundo entero y por el Estado mexicano desde el año de 1917.
Pero este efecto California nos sirve para explicar también como en otros tiempos o circunstancias la existencia de otros “impactos externos” que influyeron inexorablemente en lo que hoy conocemos como la cultura cannábica mexicana.
Comenzando por el error providencial de Colón, en 1492, que posibilitó el contacto del cáñamo con el Nuevo Mundo descubierto, dejo aquí a un lado las incursiones tempranas de los vikingos en las costas de lo que ahora es Canadá, porque no tuvo el impacto tan grande como el del gran almirante genovés, ni las desastrosas consecuencias como el genocidio étnico de los pueblos indígenas en toda Latinoamérica.
Hay que agregar, que la empresa de Colón no se salva de las fuertes críticas aún, porque muchos académicos mexicanos consideran a Capitán del Mar Océano como un criminal o algo parecido por su descubrimiento del nuevo continente, influenciados por creencias anti-españolas, esto lo escuche en días pasados en boca de un maestro de la FES Acatlán en el encuentro de cronistas en la Delegación Iztapalapa. Y muestra que los prejuicios anticientíficos surgen en todas partes, en los ámbitos sociales y académicos.
Otro efecto externo fue la satanización religiosa, la persecución a la marihuana, desde el año de 1484, impuesta por el papa Inocencio VII. Un legado religioso de la pugna entre Occidente y Oriente, porque cada cultura consumía estimulantes distintos, unos consumían vino y los otros hashish, pero al mismo tiempo demonizaron cada una el estimulante consumido por la otra, los occidentales no consumen hashish ni los musulmanes alcohol. Así para combatir la idolatría de los indígenas y lograr su conversión al cristianismo era necesario no sólo eliminar las plantas alucinógenas que se utilizaban en sus ritos religiosos sino expulsarlas o erradicarlas, cosa que no se logro completamente y fueron colocadas en la lista de delitos contra la fe.
Un impacto externo de gran trascendencia en los cambios de consumo de marihuana en México sucedió en el siglo XIX con la combinación del hechizo francés (proveniente de Francia) y el ambiente bohemio (proveniente de Alemania) durante los treinta años de Porfiriato, una época considerada de civilizadora por conseguir la paz social luego e 70 años de inestabilidad política y social y por querer imitar a las naciones europeas como los modelos a seguir. Así todo el siglo XIX será francés en México y no sólo el consumo de marihuana se extiende en las diversiones populares de los léperos sino que se publicita en periódicos y revistas y es de venta accesible y barata en farmacias, boticas y droguerías, además de mercados populares, bajo un aparente control oficial, que nunca ha existido plenamente.
Pero será el ascenso social de su consumo, motivado por las aspiraciones modernizadoras y europeizantes surgidas en los círculos literarios mexicanos, románticos y modernistas, de imitar a los poetas malditos franceses que la marihuana y otras drogas serán utilizadas como puerta de entrada para la inspiración artística literaria. (Treinta años más adelante otros creadores la utilizarán como inspiración plástica, los pintores)
Este notable cambio no dejara, sin embargo, a la poesía y poetas mexicanos de seguir siendo considerados en todo el siglo XIX como una actividad de malvivientes, a los poetas se les consideraba entonces, y ahora, como sujetos improductivos. ¿De qué vas a vivir, les decían sus padres?
Este uso estético de la marihuana traerá como consecuencia la creación del tabú hacia las drogas en la sociedad burguesa decimonónica en tanto que la marihuana fuera consumida por una numerosa legión de léperos, los pobres urbanos en la periferia de la ciudad de México, no había ningún problema, era solo una mala costumbre propia de los bajos fondos de la sociedad. Esto representa, en términos culturales, el paso de la marihuana de la baja cultura a la alta cultura, hecho solo y para los letrados, la gente culta.
Pero cuando comenzó a expandirse el consumo entre los miembros de la clase media urbana, educada, la clase refinada, sonaron estrepitosamente las campanas de alarma en toda la sociedad mexicana.
Pues este consumo de drogas ponían en peligro la respetabilidad de la clase burguesa, su buen gusto y sus afanes de control y autodisciplina individual y colectiva. Mientras que las drogas fueran consumidas por los pobres no había ningún problema para la sociedad entera, pero cuando fue hecho por gentes de cultura, de bien, comenzaron las prohibiciones morales, su consumo se convirtió en una amenaza social.
Y es necesario aclarar que eran miembros de la oligarquía porfirista quienes discretamente y violando el recientemente creado tabú prohibicionista, consumían drogas en los salones y casas de citas que frecuentaban como el opio, la cocaína, heroína, la marihuana y el ajenjo era para los poetas, como lo ha señalado el historiador Ricardo Pérez Monfort en sus diversas investigaciones sobre drogas en esta época.
Aunque al maestro Pérez Monfort le falto mencionar la experiencia particular que vivió el poeta simbolista José Juan Tablada, porque como otros poetas fueron influenciados por el hechizo francés y rodeados por recientemente creado ambiente bohemio, es decir, donde se toleraba una conducta social y moral licenciosa y pobre (en ese tiempo ser bohemio era sinónimo de pobreza, y antes como ahora, a todos ofende esta condición social, como si todos nacieran en sabanas de seda, con cuantiosas cuentas bancarias, siendo herederos de grandes propiedades o descendiente de parientes prominentes, etc.).
El mismo Tablada es el primer poeta consumidor en exceso de drogas que ingresa a un hospital, el de San Hipólito, para desintoxicarse y que fue dado a conocer públicamente en la Revista Azul. Siendo la primera celebridad consumidora que es atendida medicamente.
Esta experiencia le servirá a Tablada para escribir un artículo sobre los peligros del consumo de drogas titulándolo la epidemia baudeleriana pues también algunos de sus amigos se excedieron en el consumo de hashish, en una clara referencia al poeta maldito Charles Baudelaire y su obra Los paraísos artificiales. A los poetas franceses y mexicanos el consumo de drogas les sirvió de iniciación a la creación estética, no sin algunos inconvenientes como ya mencionamos. Finalmente, es necesario señalar que con Tablada fue inmortalizado por Diego Rivera en uno de sus murales del Palacio Nacional, con ojeras moradas y la pupila roja por el consumo de marihuana.
Oro efecto externo en la cultura de las drogas en México fue la importación de la política prohibicionista que Estados Unidos impuso a todo el mundo, dese 1937, creando una exagerada estigmatización de la planta como planta asesina de la juventud. Sobre esto se ha escrito mucho, así que no abundare más, pero si señalar el carácter sumiso del gobierno mexicano.
Otro efecto externo fue a mediados de los años 1960 el impacto de la cultura hippie norteamericana, que aquí se llamo hippiteca y la marihuana se convirtió en la droga generacional de la juventud de esos tiempos de la llamada Década prodigiosa y del turismo psicotrópico a Oaxaca. Sin olvidar, la realización del Festival de Avándaro, en 1971, a imitación de los grandes festivales masivos de rock en Estados Unidos y en Europa. Al que asistieron 250 mil jóvenes, de los cuales el 90% fumo marihuana.
Quizás esto no lo entiendan las nuevas generaciones X, Y o Emo, porque desde Salinas, el rock fue permitido masivamente en México y ahora los jóvenes asisten a ellos como antes lo hicieron sus abuelos, padres y demás parientes a al espectáculo social y de prestigio a una función de cine, que también debe ser desconocida para estos jóvenes.
Un efecto externo lo dio la globalización en el año 2000 cuando en los Estados Unidos se impulsa conmemorar el Día Mundial de la Liberación de la Marihuana el primer sábado de mes de mayo. Aquí en México se reúnen una quincena de jóvenes en el Parque México, de la licenciosa Colonia Condesa, no sólo para conocerse entre pares sino para comenzar a organizarse y cambiar la política prohibicionista del gobierno mexicano. Algo que propios y extraños consideraban una locura de extrema peligrosidad, principalmente las gentes afines a la corrupción, los fieles seguidores de los múltiples dogmas pseudocientíficos anti-marihuana y los que mantienen creencias conservadoras, sin dejar de lado a la izquierda antidemocrática y pseudo-revolucionaria y sus políticas anti juveniles.
Aunque no hay que olvidar que la defensa y promoción de la cultura cannábica tenía ya varios lustros de habitar las páginas de la prensa contracultural mexicana como la revista La Guillotina, Generación, La Tinta Suelta, por mencionar algunas (hay muchas otras pero no sé si defiendan la marihuana sus reporteros o editores).
La globalización no solo impacto la economía, los medios de comunicación, el intercambio intercultural, el narcotráfico sino también las formas de lucha por el reconocimiento de minorías sociales y culturales antes completamente discriminadas por todos los poderes (civil, religioso, médico, militar y mediático).
Y esta globalización posibilitó que a los cannábicos no los encerraran inmediatamente durante sus primeras movilizaciones públicas como hubiera sucedido en cualquier otro sexenio de la Dictadura perfecta priista y su larga tradición de intolerancia hacia las drogas y, por supuesto, hacia los jóvenes cuando estos se organizan alejados de los mecanismos de mediación y control político gubernamental.
Los cannábicos rompieron de inicio con la imagen tradicional del consumidor de marihuana como un monstruo social, vicioso o delincuente potencial, para comenzar el camino por la defensa y promoción de los derechos humanos y culturales de los consumidores de marihuana, conscientes y organizados.
Porque todavía quedan millones de marihuanos encerrados en el closet, avergonzados de su práctica cultural e inconscientes de sus derechos y, también de sus responsabilidades sociales. Esto último es necesario señalarlo, porque hay una gran masa de consumidores vergonzantes que aceptaron la legalización de la marihuana por Calderón, pero que les falta mucha conciencia ciudadana y mucha cultura de autonomía para saber que eso es solo fingido. Y no aceptan que hay responsabilidades sociales para los consumidores de marihuana, creen que la legalización es universal sin restricción alguna, algo que no ha existido ni existirá nunca, todas las drogas tiene una regulación social.
Y finalmente, llegamos al efecto California, que de ser aprobado el día 2 de noviembre, dará al traste con los temores del gobierno mexicano para legalizar la marihuana porque siempre han esgrimido el argumento de que primero es allá, en los Estados Unidos donde debe hacerse. Este pretexto de poner la solución en el exterior ya no les funcionara para seguir imponiendo una prohibición innecesaria a la marihuana y que está costando cada vez más muertos en todos los ámbitos sociales.
El único inconveniente en mi opinión es que no se puede comparar, nunca de los nuncas, lo hecho en California, la octava economía del mundo, con el México subdesarrollado, colonizado y conservador que tenemos. Aquí se tiene que encontrar las soluciones propias. En California tienen más de 15 años luchando por el uso médico del cannabis, son olvidar que fueron los friales franciscanos que la llevaron allá a fines del siglo XVIII y que fue la única experiencia exitosa de cultivo de cáñamo en la Nueva España.
Esperemos que tenga éxito este referéndum tan solo para romper los dogmas morales y anticientíficos de los prohibicionistas mexicanos.
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